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La Iglesia de San Francisco es uno de los referentes del barroco prieguense.

Un paseo por Priego de Córdoba

Un invierno al calor del barroco

Actualizado: 23/01/2019

Fotografía: Javier Sierra

Un pasado árabe, un castillo disputado entre musulmanes y católicos, un barrio, el de La Villa, que parece el Albaicín de Granada, y unos olivos que dan uno de los mejores aceites del mundo. Todo eso junto a su espectacular legado barroco en las iglesias de la ciudad convierten a Priego de Córdoba en una de esas escapadas perfectas en el corazón de la Subbética cordobesa.
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Priego de Córdoba se ha posicionado en los últimos años en el top ten de los pueblos más deseados de la provincia. Respirar el aire puro de la Subbética, con todas sus posibilidades senderistas, gastronómicas y culturales, se une a que, aunque sea invierno, los días soleados y prístinos son prácticamente la norma.

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Sin embargo, el corazoncito de Priego y de sus habitantes siempre ha estado más cerca (también geográficamente) de Granada. Tanto es así que su fotografiado barrio de La Villa recuerda al Albaicín, lleno de callejuelas, donde lucen decenas de macetas con flores que cuidan afanosas las octogenarias vecinas. El Balcón del Adarve, un tajo natural de 55 metros, remite a la vega granadina con sus huertas y, al fondo, el paisaje pintado de verde olivar, del que se extrae uno de los mejores aceites de oliva vírgen extra del mundo.

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Fue este muro de defensa natural, el Adarve, el motivo por el cual los árabes vieron en este emplazamiento el lugar idóneo para quedarse a vivir. La cantidad de agua que brotaba (y brota) de sus manantiales fue otro de los motivos por los que la villa fue siempre deseada y está repleta de fuentes. "El agua tiene mucho que ver con la configuración urbana de nuestro pueblo. Viene de la Sierra de la Horconera y brota del subsuelo creando burbujas que pueden verse en la Fuente de la Salud, agua que va a parar a la Fuente del Rey, con sus 139 chorros, y a todas las de la localidad", comenta Carolina Linares, guía experta en el barroco prieguense.

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Tras la pista del barroco

Además del indudable atractivo natural, los viajeros contemporáneos conectan cada vez más con la ciudad en sí, la que recoge la herencia de la potente industria del tafetán de finales del siglo XIX y XX, que queda palpable en la riqueza de sus casas señoriales y en la existencia de un barroco propio en sus iglesias. Este trabajo fue obra de una escuela formada por un grupo de artistas y artesanos que coincidieron durante 200 años en la zona, trabajando sobre todo yeso y retablos de madera. Virtuosos como Francisco Hurtado Izquierdo, arquitecto de la Cartuja de Granada, actuaron de imán de otros artistas.

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Para conocer los grandes hitos de este movimiento, Carolina, de 'Barroco Visitas Guiadas', realiza un pausado recorrido de tres horas que tiene como punto de inicio la muralla del castillo, junto a unos jardines románticos llamados Recreo de Castilla. Estos jardines funcionaron como huertas hasta que a mediados del siglo XIX fueron comprados por un señor para construirse una especie de jardines de la Alhambra, repletos de mirtos y arrayanes y con el rumor del agua inundándolo todo. Uno de los gatos que recorren sus rincones se acerca a saludar cariñosamente a la guía, con la que parece tener un feeling especial.

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Pero si hay un elemento que representa mejor que ningún otro a todos los pueblos que han dejado su huella en Priego ese es el castillo. En la entrada, en un parque donde se mecen altos árboles con la brisa, las hojas caen como una lluvia suave y los rayos de sol se filtran a través de las ramas con el trino de los pájaros de fondo. Son las 11, y aunque la mañana ya está avanzada, la ciudad parece estar desperezándose.

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Al lado del castillo, con toda la calma del mundo, colocan las mesas de una coqueta terraza donde ya algunos turistas toman el café mientras leen el periódico. "Me gusta empezar por aquí, junto al castillo, porque tiene su sentido cronológico. En Priego hay restos desde muy antiguo…, por ejemplo, de villas romanas. Pero solo podemos hablar de que existe una entidad de población en la época del Emirato Árabe. Los restos más antiguos de este castillo (siglo VIII-IX) son de esa época", explica.

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La fortaleza, que fue privada hasta los años 80 y funcionó como cárcel durante la Guerra Civil, se la disputan católicos y musulmanes durante siglos hasta que, en 1341, Alfonso XI la vuelve a conquistar a los almohades y se crea el Señorío de Priego, formado por más municipios de los alrededores. Los Reyes Católicos nombrarían a los Señores de Priego –los Fernández de Córdoba (hoy la Casa de Medinaceli)– Marqueses de Priego para compensarlos por sus servicios. Mientras Carolina explica aquellas luchas, la gente asciende por la estrecha escalera del siglo XVI de la Torre del Homenaje. Las vistas desde los 30 metros de altura son excepcionales.

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Imaginería de autor e influencias granadinas

Antes de llegar a la torre, el grupo va deteniéndose en varias estancias donde las ventanas, que corresponden al período almohade de la fortaleza, ofrecen vistas de la sierra con la Tiñosa como protagonista (el punto más alto de la provincia, unos 1.500 metros).

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Desde arriba, los pináculos con las cerámicas vidriadas de las iglesias salpican todos los tejados, y con la vista se alcanzan algunas de las 16 atalayas que existían en el término municipal de Priego y que tejían una red defensiva que funcionaba como un efectivo WhatsApp. Desde Tarifa hasta Lorca, avisaban de la llegada del enemigo.

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De nuevo a pie de calle, los turistas pasean bajo el sol, se detienen en la encantadora fuente de la Plaza de Santa Ana y llegan con este ánimo casi primaveral hasta la cercana iglesia de la Asunción, mandada construir por la segunda marquesa de Priego en el siglo XVI y reformada durante el Barroco. Por fuera uno no se imagina la grandeza del monumento. Al entrar, la luz natural que ilumina el templo y la blancura inmaculada de todo alrededor impactan. Además, la temperatura pega un bajón tan considerable que hay que volver a ponerse las chaquetas.

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Dentro, unos señores mudan imágenes de sitio preparando la iglesia para la celebración de la Inmaculada. "Barroco, sí, pero comedido", comenta Carolina que advierte que esta profusión de decoración irá in crescendo en los siguientes monumentos. Cuando nos asomamos al Sagrario de la iglesia de la Asunción nos quedamos mudos. La luz y el blanco de nuevo, excepto algunos toques dorados que reflejan más la luz, invitan a leer como un cómic las escenas del Evangelio. "Solo hay tres sagrarios de este tipo barrocos en España, el de la Cartuja de Granada, el de Lucena, y el de Priego", explica Carolina.

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Un paseo por la antigua Medina

En la misma iglesia habita uno de los muchos cristos de autor de los que presume la ciudad. El conocido como Cristo de los Parrilla, de Alonso de Mena (primera mitad del siglo XVII), es una auténtica joya. "Este no sale en procesión", avisa Carolina. "Pero aquí, en este templo, la imagen más popular de la Semana Santa es la de la Virgen de la Caridad". El martes santo, por las calles del barrio de la Villa con sus casitas blancas y con las vistas del Adarve, esta procesión es una de las más bellas de Priego.

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Tras la iglesia de la Asunción, comienza ese aumento de la decoración en el resto de templos. Un ejemplo es la iglesia de San Franciso, donde descansa el Nazareno de Priego, esa imagen que llevan prácticamente peleando el Viernes Santo hasta la iglesia del Calvario, en la parte más alta del pueblo para echar la bendición a los campos. Otro, la ermita de la Aurora, el sumun del barroco prieguense, una suerte de horror vacui de enorme belleza.

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"En este antiguo barrio, el de la Medina, estaban la mezquita, el zoco, los baños…", comenta la guía, que penetra por la calle Real, avisando de que, a pesar de su estrechez, esta es la arteria principal del barrio, al que da toda la vuelta (imagina las dimensiones del resto). "Por este barrio pasa el Corpus que aquí se celebra por todo lo alto, y la noche de antes hay una verbenilla encantadora", señala mientras nos adentramos en calles con nombres de flores, como la de Jazmines, en cuyas paredes cuelgan un sinfín de coloridas macetas.

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"Esto era el urbanismo medieval", continúa mientras las vecinas, todas de edad avanzada, se ven atareadas regando macetas y limpiando. "Blanquean varias veces al año y cuidan del entorno hasta tal punto que le han dado fama internacional", explica Carolina. "Muchas de nosotras ya no podemos subirnos en alto a cuidar de estas macetas, porque por ejemplo, yo tengo osteoporosis", explica Mercedes que vive aquí desde que se casó en el año 52 y teme que esta bonita tradición se vaya perdiendo.

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Aperitivos prieguenses

Durante el callejeo, es fácil cruzarse con varias casas dedicadas al turismo rural, una nueva vida y una presencia que le están dando al barrio una vida diferente. Por las calles empedradas huele a cocido y hay tiendecitas de artesanía y de productos típicos: "Aquí hay alcaparrones", señala uno de estos carteles.

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En el interior están representadas todas las marcas de aceite de oliva virgen, algunos vinos, el famoso turrolate (turrón con chocolate que se come con pan) de Priego, un novedoso zumo de membrillo que sabe bastante bien, patatas fritas gourmet San Nicasio ("fritas en el mejor aceite de oliva del mundo"), varios licores locales y algunos hornazos de la pasada Semana Santa (masa de pan con forma de gallina que rodea un huevo duro y que el Nazareno bendice desde El Calvario todos los Viernes Santo).

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Y así, de aquí para allá, callejeando se acaba finalmente en el Adarve. El sol acaricia a los turistas que están asomados viendo cómo trabajan algunos hortelanos abajo con su burro. Huele a caquis maduros al sol, y pueden verse también árboles de membrillos y granados. Los ladridos de los perros ponen la banda sonora a estas fantásticas vistas.

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Un grupo de personas mayores que están de visita pasan preguntando dónde está la estatua de Joselito, que rodó una película en el año 57 y en la ficción tenía en el Adarve su herrería. "Esta es la foto que se hace todo el mundo, con Joselito y su tirachinas", comenta Carolina. En el parque que arranca junto al Adarve, varias esculturas como Ganímedes, de José Álvarez Cubero, recuerdan que este autor, una de las grandes figuras del Neoclasicismo, nació aquí y se crió en los potentes talleres barrocos de la ciudad.

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Pero si alguno de los hijos de la ciudad merece todos los honores, ese es el presidente de la II República, Niceto Alcalá Zamora, quien murió pobre y exiliado en Argentina y al que nunca restituyeron ni su honor ni sus posesiones. Hombre culto y destacado orador que escribió novela, ensayo y poesía, nació en esta casa, hoy museo de la calle Río. La visita a este edificio señorial es un imperdible que pone un broche perfecto a la visita, tomándole el pulso a la España de la II República, entre curiosos objetos personales del presidente y algunas historias no muy diferentes de las que acontecen hoy en día.

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