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La gran afición de Ernest Hemingway por la caza le condujo hasta Eibar. Según señalan desde Basquetour, es muy posible que fuera el pintor eibarrés Ignacio Zuloaga quien primero le habló de la localidad armera, algo que dudan en la Fundación Zuloaga, donde no encuentran constancia de tal relación. Lo que sí está asegurado es que el escritor estadounidense visitó Eibar en varias ocasiones para hacerse con algunas escopetas de caza.
Desde la Edad Media Eibar ha destacado por una intensa actividad industrial, que pronto derivó hacia la construcción de armas de todo tipo. Centrada en ferrerías familiares, la fabricación de armamento hizo que proliferasen numerosas pequeñas y medianas fábricas. En el temprano 1914 se funda una Escuela de Armería, que es el germen del actual Museo de la Industria Armera. Muy castigada la ciudad durante la guerra civil, Eibar experimentó gran crecimiento en los pasados 50, algo que denota su desordenado urbanismo contemporáneo. Fue en aquella década cuando la visitó Hemingway en varias ocasiones.
El singular Museo de la Industria Armera alberga la historia de esta actividad, que fue cambiando hacia otros productos obligada por los acontecimientos del siglo XX, como la crisis de los años 20 y la Guerra Civil española. Empezaron a surgir entonces nuevos productos que no han dejado de fabricarse. Bicicletas, ciclomotores y objetos de la vida cotidiana como máquinas de coser, sacacorchos y útiles de escritorio, son los más conocidos. Aquello no limitó la fabricación de armas. El Museo de la Industria Armera recoge la historia y avatares del centenar largo de estas empresas de origen familiar. Es un recorrido a través de los siglos, a través de una excepcional muestra de objetos de singular valor.
Aunque en la entrada un cañón recibe a los visitantes, la práctica totalidad reunida son armas de fuego portátiles. Es una apabullante representación de toda clase de pistolas y escopetas entre las que destacan las fabricadas el pasado siglo. Llaman la atención escopetas de cachas finamente grabadas y pistolas con las más sorprendentes características. Destaca una importante colección de catálogos de las armerías eibarresas de los últimos cien años.
La parte dedicada a las armas no es la única del Museo de la Industria Armera. En el resto de salas, destacan el relato de los orígenes de la industria eibarresa, con un interesante vídeo que muestra la época medieval. Destacan las secciones dedicadas a los años 50 y 60. Cobra en ellas especial protagonismo primitivas bicicletas y motocicletas, lavadoras de mano, planchas, cafeteras y un sinfín de los desde entonces denominados bienes de consumo.
Fue en aquellos años cuando Hemingway visitó Eibar. No había regresado a España desde el final de la Guerra Civil, pues el gobierno franquista le había prohibido la entrada. Esto se terminó con el acuerdo firmado por los gobiernos español y estadounidense, que permitió la instalación de las bases americanas en la Península. Hemingway compró al menos dos escopetas en Eibar. Entre los objetos reunidos en el museo se muestra una de estas armas de doble cañón, procedente de la fábrica de Pedro Arrizabalaga y fabricada en aquellos años, idéntica a una de ellas.
La fotografía muestra a un feliz Ernest Hemingway en compañía de Laurent Bacall y una pareja de amigos, todos igualmente sonrientes. Se tomó en la puerta del 'Hotel Carlton', de Bilbao, en 1959. Tal vez se disponían a marchar a ver una corrida en la plaza de toros de Vistalegre. El hotel apenas ha sufrido cambios desde entonces y continúa siendo el más emblemático de Bilbao, aunque el paso de los años le ha dotado de un aire ciertamente antañón. Destaca la enorme cúpula central, a la que se accede desde el vehículo de entrada. Sabemos que Hemingway se alojó aquí porque él mismo lo cuenta en sus escritos, aunque el establecimiento no conserva ninguna referencia de su paso.
Ernest Hemingway estuvo en Bilbao repetidas ocasiones, desde sus primeras visitas de la década de los 20, aunque las referencias más abundantes se corresponden con sus estancias a finales de los años 50. La transcendencia del escritor en aquellos momentos, ya premiado con el Pulitzer y el Nobel, permitió que no le costase apenas convencer a la prestigiosa revista Life Magazine para escribir una serie de reportajes sobre los toros.
Así nació El verano peligroso, libro que reúne los escritos realizados por Hemingway entre 1959 y 1960. Narra la rivalidad entre Antonio Ordóñez y Luis Miguel Dominguín, dos de los toreros más aclamados del momento. El escritor ficciona el enfrentamiento con anécdotas que permiten seguir los pasos de aquel viaje, cuyo desenlace sucede en Bilbao. Aquí, Dominguín recibe una cornada que casi le cuesta la vida, y Ordoñez alcanza el reconocimiento de mejor torero por parte de Hemingway.
La plaza de toros de Vistalegre es, por ello, el epicentro hemingwayano por excelencia de la capital bilbaína. En la entrada del coso, una placa recuerda las palabras del escritor: “Si no os asusta el calor –ese calor realmente pesado y húmedo de las minas de plomo y de cinc– y queréis ver toros enorme, impresionantes, entonces tendríais que ir a Bilbao durante la feria de agosto”.
Situada en la barriada de Amézola, la actual plaza de toros de Vistalegre no es la que conoció Hemingway. Aquella se construyó en 1882 y destacaba por su aire neomudéjar. Un año después de que el escritor estuviera por última vez, un incendio la destruyó el 5 de septiembre de 1961. Meses después se construyó el actual coso. Su estilo contemporáneo y un albero de color negro que recuerda las cenizas del volcán palmero de Cumbre Vieja, ha desatado muchas críticas, al compararlo con el de su predecesora. En el Museo Taurino del interior, puede verse una maqueta aquella plaza.
Junto con un impresionante miura naturalizado, que según asegura la tradición, cobra vida durante las noches, en este interesante museo se conservan piezas tan singulares como una veintena de carteles históricos de corridas, varios grabados de Goya, un capote de paseo del mítico Costillares, dos trajes toreros de Antonio Ordóñez, alguno de los cuales acaso viera lucirlo Hemingway, que aparece en una fotografía junto al Doctor Sansebastián, médico de la plaza.
Junto con los toros, el otro espectáculo que contempló Hemingway en Bilbao fue la pelota vasca. Su afición le hizo acudir al frontón de Artxanda. Para ver este deporte hoy, el mejor sitio de la ciudad se encuentra en el barrio de Miribilla. Si la catedral del fútbol es San Mamés, la catedral de la pelota vasca es el impresionante edificio negro del Frontón Bizkaia, el más grande y moderno de España.
A tiro de piedra del 'Hotel Carlton', La Alhóndiga es uno de los lugares señeros del llamado ‘Nuevo Bilbao’. El Azkuna Zentroa, denominación oficial de este centro cívico polivalente, fue un antiguo almacén de vinos construido a comienzos del siglo XX. Amenazado durante décadas por el acoso especulativo, finalmente fue recuperado con una vanguardista restauración, en la que participó el diseñador Philippe Starck. Su sorprendente vestíbulo, la actualísima hemeroteca, las salas de cine y la piscina suspendida del techo con suelo transparente, hacen pensar que Hemingway sería fiel visitante del singular centro.
En busca de encontrarse, ahora sí, cara a cara con el escritor estadounidense, el Museo de Bellas Artes de Bilbao es la siguiente parada. Entre sus fondos se conserva el conocido cuadro de José María Ucelay en el que aparece el escritor norteamericano. Lo pintó por encargo del propio Hemingway y está en compañía de su amigo Juan Duñabeitia, ambos sentados en un banco del palacio Txirapozu, en Urdaibai.
La sorpresa es que el cuadro ha sido retirado de las salas de exposición y se guarda en los almacenes del museo. Decisión bien extraña en este año que se cumplen seis décadas del fallecimiento del escritor. Para ver la pintura hay que recurrir a recurrir a internet o, mejor, pasarse por la exposición Euskal Herria Hemingway, en el Euskal Herria Museoa de Gernika. Conviene asomarse de todas formas al museo, para ver su colección de pintura, donde destaca la monumental interpretación que Agustín Ibarrola realizó del Gernika de Pablo Picasso. Recientemente incorporado a los fondos del museo, este mural de diez metros de largo por dos de ancho, está considerado una de las obras más ambiciosas del pintor vasco.
Rumbo a las Siete Calles, núcleo original de la ciudad, se debe pasar por el Itsasmuseum, Museo Marítimo Ría de Bilbao. Está en la orilla de la ría, donde en tiempos de Hemingway existían unos astilleros, de los que queda la inconfundible grúa Carola. En su interior se recoge la relación del escritor con un deporte sin el que hoy no pueden entenderse las costas vascas, el surf.
De Mundaka a Bayona, en Zarautz, Donostia, Hendaya y en las demás playas de las costas vascas, cuadrillas de surfers cabalgan sus olas todos los días del año. La figura de Hemingway es el origen de que estas se hayan convertido en referencia mundial del deporte. En el final de Fiesta, Jake Barnes, protagonista de la novela, señala el potencial de la ola vasca cuando se baña en las aguas de La Concha. Sin saberlo, Hemingway esparcía las semillas del surf en Europa.
Años después, en 1956, durante el rodaje en Biarritz de la película The sun also rises, basada en esta novela de Hemingway, un equipo de Hollywood, en el que se encontraba Dick Zanuck y Peter Viertel, grandes aficionados al surf. Al ver el oleaje de la playa, pidieron traer sus tablas desde California. Les llegaron después de diferentes avatares, como el tener que pasarlas disimuladas entre el material de filmación, para no pagar los aranceles de la aduana francesa, y la rotura en el transporte de la punta de una de las tablas. Finalmente, y con Hemingway de testigo, surfearon por primera vez en la historia sobre las olas de la costa vasca.
El Museo Guggenheim Bilbao no queda lejos. Su posición como primer destino turístico del País Vasco, los orígenes estadounidenses de la institución, la transcendencia del edificio diseñado por Frank O. Gehry y su papel decisivo en el llamado efecto Guggenheim, la transformación de Bilbao desde su inauguración en 1997, obligan a incluirlo en este relato. Su interior reúne importantes obras del arte contemporáneo que, en el tiempo que han pasado en el museo, han pasado a convertirse en clásicas. La impactante La materia del tiempo de Richard Serra, es el mejor ejemplo. El monumental conjunto de formas elípticas, circulares y toroides, forma geométrica esta última que nada tiene que ver con los toros, sino con la forma de una rosquilla, no impediría que hubiera cautivado a Hemingway.
Nos queda perseguir el rastro que dejó el escritor por las Siete Calles bilbaínas. El que sean eminentemente gastronómicas aconseja dedicarle una historia aparte. Mientras llega, concluyamos este viaje que comenzó persiguiendo a un hombre y nos ha llevado a recorrer un territorio que produce la misma fascinación que ejerció sobre el norteamericano. Un territorio que, como todos, lo hacen quienes lo habitan. Esto ha sido, pues, un viaje por Euskadi el país donde viven los vascos, “una buena gente”, como dejó escrito Hemingway. Pues eso.