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En esta fina cordillera que se extiende a lo largo de 90 kilómetros, desde la isla Dragonera al Cabo de Formentor, se levantan picos de casi 1.500 metros desde los que descienden barrancos con formas sinuosas talladas por el curso de los torrentes. En ocasiones su cauce se estanca en pozas, otras se desploma formando cascadas, y otras encuentra su final feliz en el Mediterráneo.
Porque la Tramontana es una isla dentro de una isla, salpicada en su cara interior por pinares y encinares que compiten por ver quién domina el silencioso bosque balear. Su fachada marítima la dibujan acantilados verticales de hasta 400 metros de altura a merced del mar que ha excavado sus cuevas submarinas y calas de ensueño; y a merced del viento que lleva el mismo nombre que este territorio protegido desde 2007. La UNESCO conserva la Tramontana como Paisaje Cultural, por esa simbiosis entre la acción del ser humano y el entorno natural desde hace siglos. Y el amante del turismo activo encuentra en la cara oeste de Mallorca el "paraíso outdoor" del Mediterráneo.
Dejamos atrás el romanticismo de Valldemosa y la monumentalidad del Torrent de Pareis para trazar en la Tramontana una de esas rutas que no suelen aparecer en los mapas. Trekking, barranquismo, saltos, toboganes, apnea, psicobloc… Este es un recorrido anfibio guiado por la empresa 'Rock&Water Mallorca' desde las entrañas de la cordillera hasta el Mediterráneo para descifrar la esencia del lugar.
"Este es un paisaje infinito de actividades para hacer todos los días del año", explica Sebastián Álvarez, propietario de 'Rock&Water Mallorca' y guía de todo tipo de actividades de aventura por la isla. Desde 2014, explora "el reino de la caliza", donde "hay más de 300 días de sol anuales", por tierra y mar, haciendo senderismo, mostrando cuevas o navegando en velero por la costa para saltar desde los acantilados al Mediterráneo. No faltan las rutas en bicicleta de montaña por las sendas pedregosas, ni las buenas vías de escalada deportiva, además de exprimir al máximo las posibilidades del psicobloc en su meca mundial. Pero de eso hablaremos más tarde.
"La conexión con todo es la curiosidad. Proponemos una aventura mixta –añade Sánchez–, queríamos hacer cosas que no estuvieran en el mercado". Desde la población de Sóller parte nuestro recorrido por la Tramontana. El destino: el Torrent de Na Mora. En coche avanzamos por la retorcida Ma-10 hasta el mirador de Ses Barques, punto ideal para familiarizarse desde lo alto de la colina con este paisaje protegido y para empezar la ruta de senderismo hasta el barranco.
El ser humano ha dejado a su paso en la Tramontana plantaciones de olivo en bancales que estructuran la ladera, y plantaciones de cítricos y almendros que llenan sus valles. Caminamos por senderos pedregosos, parte de la GR-221 que atraviesa de norte a sur toda la cordillera, entre muros y construcciones tradicionales de piedra en seco, herencia de los árabes que aún hoy conservan los mallorquines. Entre las montañas se contemplan grandes possesions, fincas rurales herederas de la parcelación territorial cristiana del siglo XIII. Y en su cima, asoman torres que vigilan siempre al invasor por mar. Un rebaño de ovejas acompaña nuestra caminata en descenso hasta el torrent, entre los picos Puig Mayor (1.455 metros) y Puig de Ballitx (1.002 m).
El paisaje cultural de la serra es un ejemplo de conservación del patrimonio y de adaptación del entorno mediterráneo a las necesidades del ser humano, que se ha integrado armoniosamente en su naturaleza rugosa. El respeto es una máxima aquí. "Tenemos que trabajar para que el turismo activo sea más responsable con el entorno", añade el guía. Sin embargo, el "problema" de la Tramontana es que (casi) "todo está prohibido", en palabras de Sebastián, tanto construir un chalé como trepar por una pared sobre el mar. En este debate se hallan ahora algunos representantes de medio ambiente y las empresas de actividades que trabajan en esta zona, donde hacen falta permisos para llevarlas a cabo.
El fin del trekking lo marca el inicio del torrente. Llevamos algo menos de una hora de senderismo y ya se contempla este barranco que atraviesa la gran posesión de Bàlitx d’Avall. No se oye el curso del río porque aquí no los hay. Como los veranos son secos, la mejor temporada para hacer barranquismo es el otoño y el invierno, cuando los torrentes suelen tener mayor caudal para regar sus pozas y cataratas.
El equipo necesario para descender por la parte alta y baja de Na Mora, requiere traje de neopreno de 5 milímetros, casco, cuerdas, arnés, mosquetones y descensor para rapelar por las resbaladizas rocas. Del equipo se encarga 'Rock&Water'; de gestionar el vértigo, uno mismo. Aun así, el mayor salto es de unos 12 metros. Para guardar el móvil, la cámara o cualquier cosa que no queramos que se moje, disponemos de un bidón estanco en la mochila; para cuidar los pies, imprescindible calzado de deporte o botas de montaña. El recorrido se adapta al nivel de cada participante.
Tras el parón para recobrar energías con un bocadillo de sobrasada y queso menorquín, nos enfundamos el traje para iniciar el descenso. En una combinación de escalada y rápel, descendemos por el curso de Na Mora que nos sirve idílicas pozas, saltos de agua y suaves hendiduras en la roca caliza con formas incontables. Los toboganes son unas de ellas que se suceden en este recorrido entre formaciones kársticas y duros peñascos que contrastan con la humedad del musgo, el liquen y el helecho que brotan a la sombra. En ocasiones el cañón se abre en torno a una profunda charca para formar calas de cantos en medio de la montaña, perfectas para un descanso en el camino.
El barranco tiene una longitud de 1.500 metros, un desnivel total de 150 y dos partes diferenciadas. La primera, más sencilla y con más agua es ideal para iniciarse en los cañones mientras que la segunda requiere mayor técnica, pero nos regala una desembocadura en el mar Mediterráneo que bien merece un esfuerzo y unos rápeles más. El Mediterráneo guarda la cara más escarpada de la Tramontana. En ella se elevan enormes paredes calcáreas de cientos de metros de altitud que en su tramo submarino esconden cuevas y fondos transparentes oxigenados por la posidonia. Aquí el bosque aún se aferra a la parte alta como lo hace la temerosa cabra al risco.
En la lancha a motor que nos había recogido al final del torrente, bordeamos la línea costera de la serra en las inmediaciones del Puerto de Sóller para buscar el mejor enclave para una inmersión en apnea (gafas y tubo) y para nadar hasta una caverna marina donde lanzarse a un fondo azul turquesa. Esto en marketing de aventura, se llama coasteering y se sabe cuándo empieza, pero no cuándo termina.
El sol se oculta en esta parte más tarde que en ninguna de otra de la isla, por lo que los días se pueden exprimir al máximo en la Tramontana. Antes de volver al Puerto de Sóller, donde concluye el coasteering, navegamos hasta la mejor pared donde probar el psicobloc. Esta es una modalidad de escalada que empezó a coger fama en Mallorca a finales de los 70, de la mano del escalador Miquel Riera. Sin embargo, cuentan que ya en la Edad Media se trepaba por los acantilados de la isla de La Dragonera o en Formentor para coger la urchilla, un preciado liquen del que se extraía el colorante violeta con el que se tintaba el mármol y tejidos.
"Antes en el psicobloc no había vías fáciles", comenta Álvarez, mientras arrima el bote a la pared idónea para iniciarse en esta disciplina. "Ahora, lo puede practicar todo el mundo, incluso sin ninguna experiencia en la escalada". Existen infinidad de vías, muy sencillas y casi imposibles, para todo tipo de niveles, repartidas por toda la isla. La Tramontana esconde algunas de las más icónicas.
Aferrarse a la grieta de la caliza para avanzar por una vía sobre la protección del mar, que hace de salvavidas. No hay cuerdas ni necesidad de subir muy alto, ni siquiera de subir. Se puede avanzar en horizontal junto al agua en el acantilado. Lo importante es explorar la forma y el tacto calcáreo hasta zambullirse en el Mediterráneo. La roca y el agua, la esencia de la Tramontana y el leitmotiv de esta ruta para descubrirla.