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Plan para la noche de San Juan: ruta en canoa por el Guadalquivir (Villafranca de Córdoba)

Un observatorio flotante para ver las estrellas

Actualizado: 23/06/2020

Fotografía: Antonio J. Criado

Este año la Noche de San Juan fue diferente. Buscar planes alternativos donde entrar en contacto con la naturaleza sin pisar la playa es un reto. Aquí te contamos cómo pasar la noche disfrutando del espectáculo de un cielo cubierto de estrellas, con los sonidos del río y a bordo de una canoa, una ruta nocturna por el Guadalquivir perfecta para hacer con amigos.
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La frondosidad del bosque de la ribera del río Guadalquivir es la puerta de entrada a una experiencia sonora, visual y auditiva diferente. Una Noche de San Juan rodeados por un escenario mágico: el de la luna y las estrellas brillando sobre las aguas del río, mientras nosotros las observamos recostados sobre una canoa.

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La sensación al entrar al río y mirarlo desde el puente que lo cruza es como la de acceder a un gran teatro. El decorado no ha dejado de cambiar desde que llegamos, por momentos. Las luces del atardecer despliegan toda su gama de rosados y anaranjados hasta que el escenario se oscurece por completo y comienza "la película". Ubicada en la falda de Sierra Morena, esta zona del río Guadalquivir, a la altura de la localidad de Villafranca, se encuentra en plena Reserva Starlight. "Aquí no hay apenas contaminación lumínica en el cielo", explica Pilar Mármol, la bióloga que nos acompañará en la ruta nocturna por el río, que organiza TNT Aventura, expertos en turismo náutico.

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"Mucha gente no lo sabe pero somos la segunda Reserva Starlight más grande del mundo después del Desierto de Atacama", comenta Pilar mientras nos ponemos los chalecos salvavidas, los neoprenos y vamos cogiendo las palas para montarnos cada uno en la canoa correspondiente. Todo esto es necesario para asistir al espectáculo de un cielo nocturno cubierto de estrellas.

Un anochecer mágico

Cuando entramos al agua, el Puente de Hierro luce de un color rojo intenso, pero cuando regresemos al embarcadero, un par de horas más tarde, el puente se habrá pintado de azul eléctrico. Construido durante principios del siglo XX, este curioso puente tiene una base de luces led que apuntan al cielo y hacen que la estructura se vea azul, un efecto lumínico muy innovador que cuando se instaló, según nos cuentan, era el segundo de este tipo en Europa.

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Uno de los monitores engancha un farolillo en un lateral de la canoa, por si tenemos que encenderlo en algún momento, y revisa que esté todo en orden. El resto de participantes también van entrando al agua en estos momentos. "Yo llevo la nevera con la tortilla y la bebida", comenta uno de las chicos del grupo de amigos que han venido a pasar una velada diferente por la Noche de San Juan. Una pareja se sube a la canoa con un cachorro de labrador. Se llama Popeye y es negro como la noche que nos espera en un rato. Aunque el cachorro ha embarcado con cierta inseguridad, una vez dentro de la canoa, se sienta y observa el agua desde el interior como si hubiera estado siempre ahí. De hecho a mitad de camino está completamente dormido.

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Con las últimas luces del día mutando sobre nuestras cabezas, aparece María del Mar Bergén, la monitora guía, ataviada con un chaleco amarillo fluorescente con el que no pasa desapercibida, y entra al agua con su canoa. Minutos después, nos pide que formemos un grupo en torno a ella. Así que, con más o menos dificultad (algunos mueven las palas en el agua por primera vez) todos conseguimos acercarnos al punto de partida donde María del Mar explica las nociones básicas para remar y algunos consejos.

"Esta va a ser una noche muy especial. Vamos a ir navegando por el río Guadalquivir con la estela de la luna llena y vais a descubrir una forma diferente de percibir las cosas", comenta al final de la explicación, con un entusiasmo que empieza a ser contagioso. Algunos miembros del grupo le piden que en algún momento puedan bañarse de noche, bajo la luna llena. No quieren dejar pasar la oportunidad de darse el clásico baño de la Noche de San Juan.

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Coordinación entre risas

"¡Perfecto! –contesta María del Mar– pues hoy, ¡baño nocturno! No lo solemos hacer pero si la gente lo pide, por qué no. Hay que adaptarse a cada grupo", guiña un ojo y sigue hacia adelante remando y explicando cómo vamos a proceder. A cada canoa nos han dado un número al embarcar. Nos servirá para pasar lista cuando oscurezca, y así poder comprobar que estamos todos y no se ha descarriado nadie por el camino. "Dentro de un rato no nos veremos en la oscuridad. Así que cuando yo os lo pida, vais cantando los números, uno por canoa", explica la guía. "Las parejitas no os perdáis por ahí. No os preocupéis que vais a tener tiempo para estar solos", sugiere entre risas y chistes. Y con este espíritu y esta buena onda comienza la excursión.

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La corriente ha amainado un poco. Sobre la superficie hay pequeñas olitas y esto hace que las canoas vayan dando pequeños saltos. A los lados, los árboles de la ribera comienzan a tener el aspecto de estar dibujados a plumilla. "Anoche el agua del río estaba hecha un plato. Era impresionante", comenta Antonio, otro de los monitores que, curiosamente, antes de dedicarse a esto fue profesor de baile de salón. De algún modo, el movimiento de las palas en el agua se antoja también como una especie de coreografía.

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Alrededor de nuestra canoa se comienza a oír el ruido de los remos en el agua. Aún puede escucharse de fondo el sonido de los últimos pájaros que buscan cobijo para pasar la noche en los árboles, a ambos lados de las orillas. María del Mar va en cabeza. Parece increíble que dentro de media hora estas tonalidades anaranjadas y rosáceas vayan a dar paso a la plena oscuridad hasta que salga la luna llena. "Derecha, izquierda, derecha, izquierda…", dos chicas tratan de coordinarse a bordo de una de las canoas que van atrás, entre risas y comentarios chistosos.

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Hay un contraluz precioso, con el sol poniéndose en un lado del río y las canoas pasando lentamente. Uno de los participantes saca su móvil, envuelto en una funda de plástico para no mojarlo, y hace algunas fotos. Se oyen confidencias en algunas barcas, aunque hay quienes van en silencio, escuchando los sonidos alrededor, tratando de identificar algún animalito en las orillas, sorprendidos por los cambios de luz ya a cada minuto. De hecho, vemos la últimas garzas que cruzan volando el río sobre nuestras cabezas. Parecen decir "hasta mañana".

Astrología y murciélagos

El paisaje es espectacular, y el hecho de saber que va a oscurecer le da un punto de aventura a la experiencia que te hace vivirla con mayor intensidad. Una de las canoas pasa a un ritmo increíble. Van remando muy fuerte, dándolo todo. Otros optan por pasear, lentamente, como envueltos en el sonido de los grillos que ya empiezan a hacer oír su canto. En el río este sonido parece aún más intenso. El aire comienza a soplar un poco más fuerte. "Hoy va a salir la luna más tarde que ayer", comenta Del Mar, que prácticamente, a estas alturas del año pasa su vida en el río entre grupos que vienen y van. Nos acercamos al resto de canoas que ya casi han dejado de verse. Se oyen paletadas distantes en el agua y risas, muchas risas.

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"¡Cómo echaba de menos esta sensación de libertad!", comenta una de las chicas de las canoas de al lado. Es la bióloga que, dentro de cinco minutos, cuando haya oscurecido un poco más y empiecen a verse las estrellas, nos contará qué puede verse en el cielo. "Toca el agua ahora, ¡está caliente!", dice uno de los chicos, un uruguayo, que va con su novia, argentina, en una de las canoas.

Nos acercamos al punto donde se ha detenido la canoa de Pilar, la bióloga, que comienza el relato: "¿Sabéis que hay 45 constelaciones? Y en todas hay alguna estrella Alfa…", justo en ese momento pasa una estrella fugaz. El cielo nos ha regalado este precioso momento que se convierte en el punto de inflexión para disfrutar relajadamente del espectáculo, flotando en mitad del río. "Esto es mejor que el cine", se oye decir a otra de las chicas del grupo. Curiosamente, la canoa es mucho más cómoda de lo que pudiera parecer a priori.

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"¿Dónde pensáis que está la Osa Mayor?", pregunta la bióloga amante de las estrellas. Está tratando de identificar cuál es el nivel de conocimientos del cielo desde el que partimos el resto. La realidad es que todos tenemos poca idea o ninguna. Es curioso cómo podemos conocer datos de otros países y no tener ni idea de cómo guiarnos por las estrellas o de cuál es la vegetación que nos rodea en nuestros propios pueblos. Y así, durante unos minutos nos explica desde cuestiones muy básicas de astronomía hasta el mito de Orión y Escorpio, y por qué nunca coinciden juntas estas constelaciones en el cielo.

Con el puntero láser va señalando diferentes estrellas y nos va indicando cómo está el cielo configurado. Hacia dónde está el norte, el sur, el este y el oeste. Cuando termina la explicación, un silencio tremendo nos inunda. Hay más viento del que había al principio y las canoas se han ido moviendo hacia atrás, todas en grupo. Nos lleva el viento, no la corriente, que discurre justo hacia el otro lado.

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"Vamos a entrar ahora por esta bifurcación", señala María del Mar. Ya prácticamente está la noche cerrada, y el siguiente gran espectáculo flotante va a ser la aparición de la luna llena. "La gente me pregunta por sus horóscopos", sigue comentando la bióloga desde su canoa próxima. "Pues veréis, los horóscopos de verano salen en invierno y los de invierno lo hacen en verano, solo Virgo aparece en el cielo en la época del año que le corresponde". Cuando está explicando el motivo, alguien apunta: "¡Mirad, por allí está saliendo ya la luna!". Un pedacito pequeño, muy pequeño de ese círculo mágico parece atisbarse detrás de los árboles. Mientras tanto, otro de los monitores saca una pequeña luna hecha en una maqueta para explicarnos, entre otras cosas, el por qué vemos la luna siempre por la misma cara; o de qué está compuesto este astro tan presente y otras curiosidades. Y mientras lo escuchamos con atención la silueta de un murciélago nos sobrevuela aleteando.

Hacia la playa

Después de cantar los números para comprobar que no falta nadie nos pide silencio porque ya va a empezar la película. Asistimos a la salida de la luna casi como si fuera la primera vez en la vida que la vemos aparecer, anaranjada, brillante, redonda y perfecta. "¡Chas!", se oye abrir otra lata. En solo unos minutos la luna ha ascendido tanto que su luz potente brilla sobre el río creando una estela maravillosa bajo la cual nos encontramos. Cuando ya está prácticamente arriba, comienza la sesión de fotos. Todos queremos esa imagen de la luna sobre el río detrás de nuestra canoa.

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Después continuamos remando en dirección a la playita. Los que quieren bañarse lo hacen con las indicaciones de María del Mar para no lastimarse en el río. Mientras tanto, otros observan la luna y disfrutan del olor a hierbabuena. "Una vez estábamos tumbados, en el silencio de la noche, y una de las participantes empezó a cantar ópera –comenta la monitora–, fue una de las experiencias más bonitas que he tenido de noche en el río". La estrella Antares brilla por encima de las demás con una intensidad que la diferencia del resto en este cielo nocturno. "Le llaman también el corazón de Escorpio –explica Pilar–. En la antigüedad la asociaron mitológicamente con Marte (Ares). Se creía que, por su parecido con éste, ambos eran rivales, por lo que se le dio el nombre de "rival de Ares", Anti-Ares o Antares".

Comenzamos el regreso al embarcadero con las canoas. Aún hay gente en el agua que nada junto a su canoa. El perro ladra y poco a poco vamos saliendo al cauce principal del río. Todavía nos queda otro espectáculo al que asistir, el del puente iluminado en azul eléctrico. La luna entre los árboles nos despide con ese anaranjado mágico. Los grillos, el sonido de las palas en el agua y las ramas de los árboles agitándose también parecen querer decirnos algo. Tal vez "volved, volved pronto".

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Uno de los monitores, Fran, ha encendido antorchas en la orilla del río, dentro del agua para no provocar incendios. Es para señalar el lugar donde vamos a desembarcar y, conscientemente, ha convertido el escenario en un lugar romántico donde los primeros que ya han desembarcado, una pareja, aprovechan para besarse y bañarse bajo la luz de las estrellas. Popeye, el cachorro, salta de la canoa nada más ver la orilla y sigue nadando hasta que llega a tierra. Y conforme los unos y otros vamos bajando con ayuda de Fran, los que ya están en tierra, aplauden a los que van llegando. Ha sido toda una aventura de imágenes memorables: las estrellas, la luna, el puente, las antorchas… forman una postal única que a nadie se le olvidará fácilmente. Una Noche de San Juan para recordar.

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