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Detrás de una pila de capazos de paja, oculta en la parte más baja de una estantería poblada por jarras de loza tachonadas de hojas de limonero, cuencos con forma de hojas de col y abigarrados platos con crustáceos en 3D, dos vajillas de porcelana inglesa esperan desde hace más de 30 años que alguien las descubra y se fije en ellas. Un trozo de papel escrito a boli fija su precio en 70 euros por 69 piezas.
Ahí siguen desde nuestra última visita el año pasado. Lirios estilo Georgia O’Keeffe estampados en una de ellas y seténticas flores que causarían sensación en Pinterest, en la otra. Nadie imaginaría que entre los cientos de artículos de 'BBB3' hay algo tan apetecible.
Así es este pequeño enclave fronterizo edificado en un monte a principios del siglo XIII, con dos torres y doble muralla –datan del XVII y XVIII–, que la convierten en la fortaleza más sobresaliente del alto Miño, en el que la historia y el comercio conviven sin prejuicios.
Antônio Ferreira de Sousa hace 52 años que abrió este bazar –'BBB3' (Buono, bonito e barato)– en el que hay un poco de todo. Cremas milagrosas a precio de ganga, como una cold cream de tapa marrón a 3,5 euros que le quitan de las manos, cafés, vinos, manteles, bandejas de barro… Aunque de lo que más orgulloso está es del menaje de cocina.
"Compramos directamente a fábrica y es más barato. En Portugal los recipientes de acero inoxidable son de gran calidad. Toallas hay en todos los sitios, pero ollas como estas en ninguno". Cataplanas –cazuelas esféricas para cocinar al vapor–, perolas XXL, planchas de acero, sartenes…
Cuando se instalaron Antonio y el puñado de comerciantes que vieron que la construcción de una Pousada atraería más turistas al pequeño enclave, allá por los años 60, se llevaba la venta de vajillas inglesas de porcelana (made in Portugal) y de vinos de Oporto. Pero siempre ha habido excepciones, como 'Casa Teixeira' donde es posible encontrar esqueletos marinos, mariposas o escarabajos, entre un compendio de reliquias.
Gloria Tomé, dueña de la joyería 'Lolita', nació allí. Correteaba por los baluartes y se asomaba al foso de esta aldea que defendía de invasores el paso sobre el Miño. Nueve siglos después, los invasores son bienvenidos y hasta se les permite regatear un poco, porque saben que forma parte del entretenimiento. Comprar es una excusa para hacer la excursión. "Vamos mañana a pasar el día a Valença, que dan lluvia", dicen los veraneantes de las cercanas Rías Baixas.
"En invierno vienen muchos gallegos, aunque también ingleses y brasileños", cuenta Gloria. "Cuando era pequeña había las típicas tiendas de pueblo, básicamente de comestibles. Primero tuve una tienda de porcelanas, que era lo que se llevaba. En el año 75 fue el boom con las toallas y la ropa de cama, y todos cambiaron la porcelana por los textiles porque en Portugal se trabaja mucho el algodón". Ahora la ropa de bebé se está abriendo hueco. Patucos, trajecitos y sábanas con ositos muy almibaradas.
Las copias peleonas de marcas conocidas son otro de los negocios, pero carecen de la gracia de las tiendas más antiguas, en las que es posible toparse con curiosidades de otra época. En la joyería de Gloria, de fachada moderna, hay que buscar los pendientes y colgantes de filigrana hechos a mano. De plata envejecida o reluciente y también bañados de oro, a los que no se han resistido ni las celebrities de Hollywood.
De 1898 es 'Casa Toga', la más veterana. 53 años lleva José Manuel tras el mostrador como dependiente. Tiene el mismo aire de antaño que te envuelve al cruzar el umbral. Entró con 11 años y a pesar del cambio de dueños, ahí sigue: "Era la única tienda del pueblo. Tenía un poco de todo: hilos, lanas, lápices, cuadernos, productos de limpieza, alcohol –anís escarchado o amarguinha–, cazuelas...". Más o menos lo mismo que ahora.
Su actual propietaria desde 2009, María José, ha introducido artículos de artesanía en corcho porque "Portugal es el mayor productor del mundo". Y cuenta con productos de perfumería e higiene que te retrotraen al cuarto de baño de tu abuela. "Los desodorantes en barra y los jabones de tocador de los 50 se venden mucho por ese punto nostálgico. Son de siempre pero se siguen fabricando ahora", explica María José.
Muy cerca, en 'Casa Graciela' , Orlando Ribeiro, natural de la vecina Viana do Castelo, se resiste a dejarse colonizar por las modas. Fiel desde hace 51 años a la porcelana y al menaje de mesa, su mercancía es un recuerdo del pasado. Cuberterías y restos de series, cuchillos de cocina y piezas que remiten a la infancia, como un azucarero de plástico rojo y cristal de los 70.
El mito de que las toallas son más baratas en Portugal, difícilmente se sostiene ya. 'La casa azul' y 'Casa Alvarinho' ostentan el título de mejores tiendas de toallas, pero tiene más gracia comprarlas al peso en cualquiera de los comercios atestados de rizo egipcio, tal y como aseguran los solícitos dependientes, la mayoría padres e hijos. Porque en Valença los negocios son principalmente familiares.
Una jovencísima y entusiasta dependienta saca el peso y coloca las toallas elegidas encima, a 10 euros el kilo, que equivale a una grande de baño y dos medianas de lavabo. Paños de cocina con estampas costumbristas, sábanas, casi siempre blancas o con lunares y rayas en tonos en rosa o azul cielo. Una oda al algodón.
Aunque lo habitual es pasar el día y volver a casa cuando los comercios echan el cierre, hay opciones para quedarse y transitar del bullicio al más absoluto silencio en cuestión de minutos. La 'Pousada de São Teotónio' –fue el primer santo portugués y era natural de Valença– es perfecta para estirar un poco más ese viaje en el tiempo.
Sus habitaciones, que aún tienen llave en vez de tarjeta, cuelgan sobre el Miño y muestran la mejor cara de Tui, situada en el margen opuesto. Desde 2012, ambas forman una 'eurociudad'. siguiendo el ejemplo de Verín-Chaves.
La 'Casa do Poço', una casa señorial del siglo XVII, es otra posibilidad para alojarse. Más complicado es encontrar un restaurante en el que no sentirse parte de un viaje organizado. Entre tantos, destaca el 'Fortaleza'.
Camareros de toda la vida, profesionales y con chispa, capaces de bromear a pesar de la incesante tarea y platos sencillos de Vistalegre, en los que degustar bacalao o cabrito. João Rodrigues es el dueño desde 1985. Tiene 30 empleados y recomienda visitar su otro negocio a la vuelta de la esquina regentado por sus dos hijos.
Aquí es fácil pagar 30 euros por una comida para dos: aperitivos, ½ ración de bacalao al horno gratinado con gambas, cebolla pochada y mayonesa, acompañado de abundantes patatas y una ensalada de col muy british, postre y un vinho verde.