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La cascada del Tobazo (Villaescusa de Ebro, Valderredible, Cantabria)

Cuando una cascada es la música de una vida

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Actualizado: 21/01/2022

Fotografía: José García

Escribió Karen Blixen, la danesa autora de Memorias de África, que "la cura para todo es el agua salada: el sudor, las lágrimas y el mar". Al pie de la cascada del Tobazo, con el atronador y a la vez relajante sonido del agua que cae de esa pared, cabe pensar que a la gran escritora -que no se parecía a la genial Meryl Streep que la interpretó, aunque era atractiva y extravagante- le sobró un adjetivo en su frase: salada. La gran cura para todo es el agua, la de las lágrimas, el sudor, el mar y las cascadas de los ríos grandes y los arroyos chicos. O los sonidos de las fuentes.

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El Tobazo es una pared rocosa de más de 800 metros de altitud y 100 metros sobre el nivel del Ebro. Que el agua es la vida nos lo enseñan en el cole desde primero de Ciencias Sociales y Naturales, y cuando se la ve caer entre rocas vestidas con musgos y arbustos agradecidos se confirma esa verdad.

El 70 % del cuerpo humano es agua. Y bajo esa cascada la sensación de que el cuerpo es líquido y quedará limpio, de que se diluirá en cuanto nos sumerjamos en las pozas que tenemos a los pies, en los incontables chorros que caen del farallón que se alza por encima de nuestras cabezas, es conmovedora. Aquí el H2O ha ganado la partida a la roca caliza, domesticada para presentar espectáculo y crear la sensación de pureza, de que toda suciedad -interna y externa- quedará atrás con un chapuzón o una gran ducha. Para quién tenga el valor de meterse ahí, claro.

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El último atisbo cántabro del Ebro

El Tobazo está en Villaescusa de Ebro (Valderredible, la comarca más al sur de Cantabria) y es el último pueblo donde el gran río pisa tierras cántabras antes de entrar en Burgos, donde el traidor -recuerden, el Ebro es el único de los grandes norteños que se va al Mediterráneo, no al Cantábrico- forma el cañón y prepara el páramo de La Lora. Este espectáculo, visible a finales del otoño y en la primavera, es consecuencia “de la salida de un sistema cárstico de 5 kilómetros de longitud que ha sido penetrado” por el agua. Una roca caliza, llamada toba calcárea -de ahí el nombre de la cascada-, y es la única caída de estas características, según las páginas de turismo de Cantabria.

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La mirada hacia arriba, una vez que se ha llegado desde el pueblo en un ruta sencilla y que invita a seguir con los tonos románticos que inspira el sonido del agua, se asombra ante tal cantidad de fuentes. Saltos que semejan enormes duchas naturales que darían una enorme envidia a Karen Blixen-Meryl Streep en esa escena en que Robert Redford-Denys Finch Hatton -el cazador que hoy sería visto como un depredador, igual que la baronesa Blixen como una oportunista- deja caer un pequeño chorro de agua sobre la cabellera de la escritora en una imagen sensual.

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Ocho siglos creando cuevas y ermitas

Es aquí abajo, mirando y escuchando a estas aguas, donde se entiende mejor a otros personajes más auténticos y mucho más lejanos. Los eremitas de hace 800 años escogieron las cuevas de estas montañas, al pie de estas aguas, para retirarse y excavar sus pequeñas moradas, ayudados por el agua que derrota a la roca carbonatada. Luego, esas cuevas se repetirán como ermitas a lo largo de tantos pueblos de Valderredible, este valle que asombra porque aún permanece virgen a las multitudes.

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Y silencio. Lo mejor aquí, una vez que se llega desde Villaescusa, es escuchar, callar, mirar, intentar encontrar algún ave rapaz… Con suerte toparse con el arco iris gracias al sol que juega a descomponer la luz en el agua, como esta descompone a la roca caliza, quizá una de las piedras más generosas, tanto que se deja desgastar lo suficientemente rápido como para que los humanos -esos animales de corta vida en el planeta, pero depredadores- puedan apreciar la belleza.

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