Compartir

No te pierdas ningún destino

Crea tus rutas, encuentra y guarda los mejores destinos con nuestra App.

Descargar app
{{title}}
{{buttonText}}

El Camino de Santiago Marítimo (Tramo 3): de Padrón a Compostela (Galicia)

En busca de la gloria a través de un mundo rural

24/08/2021 –

Actualizado: 02/09/2021

Fotografía: Marga Estebaranz

El recorrido del tercer tramo del Camino Marítimo de Santiago depara una agradable caminata que cruza aldeas perdidas y una exuberante naturaleza. Los cruceiros que marcaban el rumbo de la Traslatio se combinan con las flechas amarillas que guían el camino a pie, dando lugar a encuentros con peregrinos de todo el mundo que buscan alcanzar la Gloria en Santiago de Compostela.
Descárgate la App, acierta con tus planes y gana premios
Descargar app

"No dejaron de pasar en toda la mañana. Tendrían que ver esto hace unos meses, no pasaba ni el gato..." relata Juan, quien deja por un momento su quehacer en la huerta y pega la hebra con los peregrinos mientras enseña los pimientos, judías y tomates que acaba de recoger. "Es la comida", dice. Su casa está en O Vilar, aldea orillada al Sar próxima a la iglesia da Escravitude, referencia de la última etapa de esta ruta jacobea.

Flechas amarillas Camino de Santiago
Este recorrido debe hacerse a pie para llegar desde Padrón hasta Santiago de Compostela.

Las flechas amarillas llevan a los peregrinos en el tramo pedestre del Camino Marítimo de Santiago. Conducen en una primera tirada de calentamiento desde Padrón hasta Santa María de Adina. Allí cruzan bajo las vías del tren por la trasera del templo y prosiguen su viaje, que a partir de este punto penetra en un mundo rural apenas interrumpido por breves incursiones junto al asfalto. Así seguirá hasta alcanzar Milladoiro, ya con las torres de la catedral de Santiago de Compostela en el horizonte.

Compostela Peregrina
La cercanía del final de la travesía mantiene alto el espíritu de los peregrinos.

O Villar es una de las primeras aldeas que atraviesan estas flechas. El camino se amolda a los caprichos de las callejas, se sombrea bajo un altivo hórreo y pasa junto a fuentes y lavaderos. Cuenta Juan que, desde que empezó el verano, el paso de caminantes ha vuelto a ser como antes. “Y aunque ladre el perro cuando pasáis, a mi me gusta veros, pues los peregrinos dais un poco de alegría a todo esto”, dice. Y manda callar al perrillo, inquieto por la cercanía de los visitantes.

alt

El eco de los pasos regresa al Camino

En la cercana iglesia da Escravitude, Manolo Paz, el sacristán, ha abierto hoy las puertas del templo a las siete y media de la mañana. “A esa hora empiezan a pasar los primeros; muchos días incluso antes. Y sí, desde junio se nota el aumento de peregrinos”, cuenta, sentado en un banco del interior de este santuario barroco, mientras sella las credenciales de cinco peregrinos.

Sacristán iglesia da Escravitude
Para Manolo, sacristán de Escravitude, es una alegría la vuelta de los peregrinos.

Como tantos, han hecho piña a fuerza de recorrer juntos el Camino. De países tan dispares como ellos, son el húngaro Laci, el polaco Kuba y los portugueses María y Eduardo. “Salimos hace once días de Oporto y hemos llegado por el Camino Portugués de la costa ”, explica el luso al tiempo que el magiar hace estiramientos apoyado en la pared de la iglesia. En un inglés elemental señala que en más de una ocasión pensó que tendría que abandonar la ruta, “pero he llegado hasta aquí y nada va a pararme. Llegaré con mis compañeros hasta la Gloria”, afirma convencido.

Ciclogrinos Camino SAntiago
A lo largo del Camino se forman grupos de diferentes nacionalidades.

La campana del santuario da las ocho de la mañana y ante la entrada de la iglesia pasan peregrinos que toman un bocado como desayuno sobre la marcha. “Queremos llegar a Santiago para la misa de las 12:00 en la Catedral”, se justifican. Enfrente del templo, la terraza del bar 'Buen Camino' (Esclavitud, 14. Padrón) luce el cartel de aforo completo. “Así estamos todo el día, no dejan de pasar peregrinos. Después de lo que hemos pasado estamos encantados, claro”, señala uno de los camareros.

Iglesia da Escravitude
Tras el desayuno comienza la marcha hacia Santiago, dejando atrás Padrón.

Algunos recorremos el Camino Marítimo, pero la mayoría de los que hacen la ruta viene del Portugués. Y no solo son portugueses; hay peregrinos de todo el mundo; no en vano es la segunda ruta jacobea más frecuentada, detrás del Camino Francés. Aquí se escucha el “¡Buen Camino!” -saludo oficial de los caminantes jacobeos- con todos los acentos imaginables. Desde la Oficina de Turismo del Ayuntamiento de Padrón señalan que, junto a ellos, el número de peregrinos que hacen el Camino Marítimo está aumentando en los últimos años. “Es una opción muy interesante para quienes no tengan varias semanas libres, pues se recorre en un fin de semana”.

alt

El abrazo verde del Camino

La etapa entre Padrón y Santiago tiene dos partes bien diferenciadas. La primera discurre sin sobresaltos por un territorio sencillo y plano, hasta Teo. A partir de aquí cambia el terreno y aparece una sucesión interminable de cuestas que solo concluyen cuando se pisa el casco viejo de Santiago de Compostela. El paso por el delicioso emparrado de Areal es un recuerdo que permanecerá en el ánimo del peregrino. A Angueira y Bascuas son dos de estas aldeas que, antes que a Compostela, conducen al caminante a ese lugar soñado donde hombre y naturaleza se integran en una vida alejada a años luz del mundo urbanita que hoy domina todo.

alt

El trazado del Camino de Santiago aprovecha los viejos caminos rurales, sin desatender el paso por las aldeas. Sus vecinos lo aceptan y lo comparten de buen grado con los peregrinos. Los unos cogen agua de las fuentes del pueblo, los otros se sientan de vez en cuando en los bancos colocados en el camino. Unos y otros tienen como referencia los cruceiros: ancestrales faros que señalan el rumbo de la fe y la caminata.

Banco peregrino
Tanto los vecinos de las aldeas como los peregrinos disfrutan de los bancos colocados a lo largo del camino.

A Picaraña hace regresar al peregrino a la realidad. Una enorme flecha amarilla en una rotonda marca el rumbo por el lateral de la carretera de Santiago. Por suerte es una corta tirada. Gira el camino y entra en el tramo más enfoscado de la etapa. Es un bosque primitivo donde el canto de pájaros misteriosos responde al rumor de los pasos de los caminantes. La última cuesta de la foresta se recorre por un camino empedrado que al peregrino se le antoja una antigua vía romana.

alt

Un viejo crucero acosado por tierra y aire

Desde O Faramello un repecho lleva a Rúa de Francos, lugar de parada obligada. Tan cercano como abandonado está el Castro Lupario, enclave que tiene mucho que ver con la Traslatio, pues según asegura la leyenda aquí se alzaba el palacio de la Reina Lupa. Perdido entre el olvido y la maleza, los peregrinos no se desvían del camino para echarle un vistazo.

Cristo de Rúa do Franco
El Cristo de Rúa de Francos es uno de los lugares favoritos para hacerse un 'selfie'.

No ocurre lo mismo con el cruceiro situado ante lo que fue la escuela en la II República, donde pocos se resisten a parar para hacerse un selfie. Sus toscas hechuras certifican la edad que tiene -el segundo más antiguo de Galicia-. Desgastado y cubierto de líquenes, es complicado descubrir las figuras de los dos peregrinos que se apoyan en su base.

Pancartas Camino Portugués
También es el lugar elegido para visibilizar las demandas de los habitantes de la zona.

A los achaques propios de su edad, el histórico cruceiro une el haber sido atropellado por los sucesos que viven en el mundo actual. Rodeada por el aire con una tela de araña de cables eléctricos, la campa que preside sufre por tierra el asedio de una muralla de carteles. Lucen reivindicaciones y protestas tan justas como la oposición a un vertedero en esta zona privilegiada y las que claman a favor de la igualdad feminista, junto a otras más folklóricas como la que se lamenta de la muerte de las almejas de Carril. Todas tienen su aquel, no hay duda, pero su presencia en este paraje hace un feo favor al monumento.

alt

Unos metros más adelante se abre uno de los lugares mágicos de este tramo: la carballeira de Francos. Escenario de una de las ferias caballares más importantes de Galicia, el bucólico bosque de robles centenarios borra las tribulaciones del ánimo del peregrino, al que le cuesta no abandonar sus obligaciones andariegas para recostarse a la sombra de uno de sus gigantes. La prolongada subida que sigue a O Faramello lleva hasta Osebe y Casalonga. Aquí se cruzan las vías del tren sobre un puente y arrecia la cartelería contra el vertedero. Este tramo es una continua subida en la que se acumulan los peregrinos. El último repecho es el más feroz. Es una pista de tierra en la que los ciclogrinos echan pie a la misma y continúan empujando su máquina enfundados en una sonrisa de disculpa.

alt

Encuentro con un pobre diablo

En busca de fuerzas para superar la parte más empinada, un grupo de media centena de chavales que hace el Camino Portugués estalla en inesperados cánticos a la Virgen María. El paso sobre la autopista deja en una calle de Milladoiro, que continúa cuesta arriba. Muy cerca del final el diablo se aparece para tentar a los peregrinos y que no cumplan su promesa de alcanzar Compostela. Lo hace con la forma de un conductor de autobuses que, junto al cartel que nos señala que ya estamos en Milladoiro, ofrece sus servicios a los caminantes agotados y heridos con ampollas, rozaduras, tirones y demás males del Camino, a concluir el viaje cómodamente sentados hasta Santiago. “Gracias hermano, que Dios te guarde”, contesta para ahuyentar la tentación el que parece líder de los jóvenes cristianos.

Ermita María Magdalena
La plaza de la ermita de María Magdalena, en Milladoiro, es un lugar de descanso estratégico.

En Milladoiro, el Monte do Gozo de este Camino, la ermita de María Magdalena es un oasis para el cansancio. Punto para sellar credenciales, sobre todo es lugar en el que darse un respiro. Loli, la voluntaria que cuida del templo y de los atribulados peregrinos, reparte ánimos y advertencias a partes iguales: “Ánimo que solo quedan ocho kilómetros, eso sí de continuo subir y bajar”. Con la esperanza de ver las torres de la catedral compostelana que encaucen antes que los pasos el ánimo -que eso ya lo hacen las flechas amarillas-, los peregrinos intentan descubrirlas. El nombre del lugar invita a ello. “Hace tiempo sí que se veían, pero ahora hay que saber buscarlas entre los edificios”, explica Loli en la puerta de la ermita, antaño en mitad de un prado y hoy acogotada por grandes bloques de viviendas.

Grupo jóvenes Camino Santiago
La llegada a Santiago lleva al éxtasis a muchos peregrinos.

El paso bajo una carretera deposita al camino en el último bosque. Apenas quedan cuatro kilómetros y comienza a llover, como mandan los cánones compostelanos. Resignados, los peregrinos arriban a Conxo, donde el tránsito entre impersonales barriadas les devuelve al mundo de hoy día. La Avenida de Rosalía de Castro lleva hasta el casco antiguo compostelano. Una calle Franco, tan atestada como en los tiempos en los que no existía en nuestras bocas la palabra pandemia, lleva hasta los pies de la Catedral de Santiago.

Peregrinas Plaza Obradoiro
La plaza del Obradoiro es final universal de este Camino Marítimo de Santiago.

Concluye nuestro Camino de igual manera que empezó: navegando en un mar, aunque el que inunda la plaza del Obradoiro es muy diferente al de Arosa. Lo forman cientos de peregrinos que lloran, gritan, comen, cantan, dormitan, se hacen selfies y llaman por el móvil a los suyos para darles la noticia. ¡Han llegado a Santiago! ¡Viva Compostela!

Te puede interesar