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El telar de Ana Martínez tiene más de 150 años.

Ruta de artesanos por la Alpujarra granadina

La Alpujarra entre jarapas, guitarras y mimbres

Actualizado: 09/01/2020

La Alpujarra tiene paisajes preciosos, una historia interesante y una tradición artesana viva que merece la pena conocer. Visitamos seis talleres artesanos de hombres y mujeres dispuestos a mantener una tradición, a mostrar cómo se hace y a enseñar a quien quiera aprender a hacerlo. Un viaje de recorrido lento por las carreteras viradas de esta comarca donde el paisaje te deja sin habla.
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Desde el taller de Sergio Valverde, guitarrero en Mecina Bombarón, se ve el mar a pesar de estar a 50 kilómetros de distancia en línea recta. Así es la Alpujarra granadina. Su altura sobre el Mediterráneo y un ambiente espectacularmente limpio lo permiten. Y en la distancia más corta, grandes montañas, cursos de agua aquí y allá y las nieves de Sierra Nevada. Por esta comarca transitó el sultán Boabdil tras ser expulsado de Granada y fue la última morada de los moriscos, musulmanes convertidos al cristianismo tras la victoria de los Reyes Católicos en 1492.

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Han pasado cinco siglos y la Alpujarra, o las Alpujarras, es ahora una comarca con 32 pueblecitos que ejerce con orgullo de frontera sur de Sierra Nevada y donde algunos artesanos luchan por continuar con la tradición. Sergio Valverde es uno de ellos. Pero también están Fátima Quesada, Ana Martínez, J. Brown, Ángel Vera y Javier Bermúdez, otros artesanos cuyos talleres están a la vista del público y se muestran comprometidos con la divulgación de su trabajo. Conocemos su historia y su trabajo.

1. Sergio Valverde y sus guitarras perfectas (Mecina Bombarón)

Sergio Valverde trabaja la madera desde siempre. Fue ebanista hasta que se cansó. Y no de hacer muebles, "sino de transportarlos arriba y abajo por estas cuestas", cuenta casi resoplando al revivir aquello. Buscó algo que cambiara su vida y lo encontró sin cambiar de materia prima. Y aprendió a construir guitarras. Desde entonces su vida transcurre en un taller donde fabrica estos instrumentos, "de sonido puro y limpio, muy cómodas de tocar pero sobre todo, que su estética sea perfecta, esa es mi obsesión", explica Valverde.

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El taller donde Valverde construye sus guitarras está tan impoluto como el aire alpujarreño. Un taller de lutier –fabrica también laudes y bandurrias– se parece solo en parte a una carpintería. Todo está limpio y en orden. Eso no impide que el taller, como uno prevé, huela a perfume de madera. A la entrada, el artesano tiene una pequeña sala en la que controla a su gusto la humedad y temperatura. Es la única manera de asegurar el estado óptimo de sus maderas y la calidad de sus guitarras. Allí surgen las partes vitales de sus instrumentos.

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Su primera guitarra la vendió por 600 euros a un amigo. Poco después, ganó el Concurso internacional de construcción de guitarra Antonio Marín Montero de Granada. Desde entonces, su producción de ocho unidades al año sale mayoritariamente al extranjero a un precio superior a los 5.000 euros… que no paran de subir. Y su lista de espera supera el año y medio. "Mis guitarras son artesanales en todo su proceso. Todo es muy personal", explica Valverde. Ni un solo paso automatizado roza sus instrumentos. Solo deja en manos ajenas el lacado que, por supuesto, también es manual.

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Valverde es un artesano que, además de vender, quiere enseñar su oficio. Y tras una estancia de un año en Dublín, puede enseñarlo en español y en inglés. Además de su blog, su Facebook y un canal de Youtube muy entretenido, tiene en marcha un programa de estancias en su taller curioso. Quien quiera aprender a hacer una guitarra puede estar un mes con él, en Mecina Bombarón, y 30 días después saldrá de allí alpujarreño, con un instrumento fabricado por él y con los conocimientos que le dará uno de los mejores guitarreros de España.

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A media hora de Mecina Bombarón, en la localidad de Lobras, se encuentra el Centro de Interpretación de la música Lombarda. Una visita para los amantes de la música con un par de horas o tres libres. Se trata de un espacio que muestra casi 500 instrumentos del mundo procedentes de la colección de Francisco Javier y Sixto Moreno, creadores del grupo de Folk Lombarda, que ha de visitarse concertando la visita.

'SERGIO VALVERDE' - Calle Umbría, 7. Mecina Bombarón, Granada. Tel. 699 97 02 41.

2. Fátima Quesada y sus azulejos andalusíes (Pitres)

Fátima Quesada llegó a Granada antes que a la Alpujarra. Allí quedó fascinada por la geometría de las paredes alhambreñas. Y tiempo tuvo, porque recuerda Quesada, "he dormido allí más de una vez", cuando el control al monumento apenas existía. De allí, se trasladó a la Alpujarra y se inventó su propio trabajo, 'Azulejos Alizares'. Se convirtió así en artesana y productora de alicatado andalusí. "Un oficio precioso, muy relacionado con la arquitectura, y con unos maravillosos resultados", define la propia Quesada. Ese resultado se traduce en unas piezas poligonales de azulejos vidriados en colores diversos que acabarán formando unas espectaculares piezas geométricas.

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Su taller-tienda en Pitres es un mundo particular. De allí salen los, generalmente pequeños, azulejos geométricos que Quesada diseña para que acaben luciendo como espléndidos murales en muchos rincones de España pero, sobre todo, del extranjero. Los primeros pasos en el alicatado andalusí los dio en el año 92. Su primera decisión fue, cuenta, "no competir con las fábricas". Su producto, sencillamente, es original y manual de principio a fin. Y el proceso está a la vista para quien la visite: verá como surgen las láminas de barro terracota que luego cortará con alguna de las formas geométricas de su archivo andalusí, y que, tras dejar secar y añadir sus propias formulaciones de color, surgen espléndidas tras su paso por el horno.

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Quesada es una artesana que conoce su trabajo, no solo por su experiencia de décadas sino, sobre todo, porque ha reflexionado mucho sobre él. Tiene, además, experiencia docente y eso se nota cuando explica su proceso de producción. Conoce, y sabe contar, los entresijos de su oficio, de la geometría, de la paleta de colores alhambreña y, por supuesto, de la Alpujarra. Por eso, por su calidad y su excelente formación, la artesana consiguió en 2018 el premio Richard H. Driehaus de las Artes de la Construcción.

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Tres décadas después, Quesada mantiene el reto profesional que se marcó el primer día: "¿Por qué no se pueden hacer cosas bonitas como se hacían siglos atrás y vivir de ello?". La belleza y la calidad de su trabajo son la respuesta a la pregunta.

'AZULEJOS ALIZARES' - Paseo Marítimo, 19. La Taha - Pitres, Granada. Tel. 958 76 61 07 | 615 08 66 90.

3. Ana Martínez y las jarapas de harapos (Bubión)

Ana Martínez preparaba oposiciones hace más de 30 años, cuando se apuntó a un curso de tapices en Pampaneira, en la Alpujarra. Nunca abandonó el telar. Se convirtió en artesana y, a día de hoy, es la presidenta de la Federación de Artesanos de la Alpujarra.

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El telar que usa ahora tiene más de 150 años. Uno de los varios con los que trabaja y que cualquiera que visite su tienda-taller en Bubión puede ver, no como pieza de museo, sino como instrumento en uso. En ellas hila sus jarapas, una pieza típica de la Alpujarra que, explica, procede de "harapo, de deshecho" y que, "si respetan la tradición y se hacen artesanalmente, son un ejemplo perfecto de reciclaje". En tiempos, se hacían con las tiras de las ropas viejas de los alpujarreños. Preparaban esas tiras en casa y las llevaban a alguno de los telares de la zona para que les elaboraran esas alfombras que tan útiles les resultaban.

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Hoy, Martínez ya no usa tiras de ropa vieja. Utiliza, relata, "algodón reciclado de las fábricas, esos últimos metros de las bobinas que desecha la industria y que, oportunamente reconvertidos, son una materia prima estupenda". Es un espectáculo ver los 162 hilos blancos que recorren de arriba abajo el telar y sirven de urdimbre para una jarapa de 70 centímetros de ancho. En perpendicular a esos hilos (que se convierten en 420 cuando la jarapa es de 1,60 metros), tira Martínez su lanzadera con su algodón reciclado. El resultado son unas jarapas tupidas y suaves de colores estupendos. Sus diseños, por cierto, no están en ningún libro. Habitan en su cabeza.

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Pero el telar no es solo cosa de Martínez. Cualquiera que se inscriba en sus cursos puede sentirse artesano y crear su propia jarapa en él. En un par de horas con ella, el alumno sale del taller con una jarapa propia. Incluso al modo antiguo si se prefiere: Martínez recuerda que, si se tiene alguna camiseta con un cariño especial, se puede llevar y darle una nueva vida.

'JARAPAS HILACAR' - Calle Carretera, 29. Bubión, Granada. Tel. 658 10 65 76.

4. J. Brown y sus diseños en cuero (Capileira)

En el centro de Capileira –el pueblo que junto a Pampaneira y Bubión forman la tríada de pueblos alpujarreños que entran en la categoría de "Los pueblos más bonitos de España"– está la tienda-taller de José Brown, artesano del cuero que, como tantos otros, llegó hace varias décadas a la Alpujarra huyendo de la ciudad. Hubo un tiempo en el que Brown diseñaba y producía en su taller pantalones, camisas, faldas y ropa en general de piel. Así llegó hasta el principio de este siglo, época dorada de la venta de ropa de piel.

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Ahora, aunque en las estanterías de su taller siguen a la vista los patrones que utilizaba hace años, Brown explica que ya apenas ni diseña ni produce ropa de cuero. Se viste con ella, eso no ha cambiado para él. En cambio, sí es fácil verle en su tienda-taller cosiendo bolsos y carteras. Sentarse ante la máquina de coser es, dice, "mi manera de relajarme".

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Como los patrones, también están a la vista unos espléndidos lienzos de piel de vaca que utiliza para crear sus bolsos y que, explica, hay que comprar solo si está curtida en España o Italia, porque tanto españoles como italianos saben darle una suavidad especial que no tienen las pieles de Escandinavia, Inglaterra o Alemania, "mucho más recias que las que nos gustan aquí", concluye.

J. BROWN - Calle Doctor Castilla, 2. Capileira, Granada. Tel. 958 76 30 92.
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5. Ángel Vera y la cerámica de la Alpujarra (Órgiva)

El padre de Ángel Vera era químico especialista en energía nuclear. Quizá por lo que sabía y no le dejaban contar, dejó atrás Madrid y la alta sociedad y se trasladó a la Alpujarra, persiguiendo aquello tan bonito de cultivar el campo y cuidar de los animales. Y llegó allí con 11 hijos. "Lo cierto, cuenta su hijo, es que no dio palo al agua" en lo que respecta a la tierra y a los animales. Sus conocimientos de química le empujaron a la cerámica, al estudio de los esmaltes y, también, a la enseñanza de lo que sabía sobre ello a los otros artesanos del lugar. Fátima Quesada, de 'Azulejos Alizares', entre otras.

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Vera recuerda aquella Alpujarra de los años 70 y 80 en la que todo se hacía con vacas y burros, camino arriba camino abajo. "Cuando todo era muy primario", dice. A pesar de la dureza de su niñez en la sierra alpujarreña él, que llegó con 13 años, se aferró al terreno y a la cerámica y allí sigue. A cuatro kilómetros de Órgiva en dirección a Pampaneira tiene Vera su taller, su tienda y su residencia.

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La calidez de la tienda de madera regada por la luz del sol alpujarreño contrasta con el taller, unos metros más abajo donce se siente humedad y frío. No puede ser de otra manera el barro que almacena y las piezas que reposan ahí mientras se secan. A pesar de ello, el taller es un sitio especial. Decenas de botes de pigmentos, pellas de barro envueltas en plástico, muchas herramientas y un desorden que, probablemente Vera controla, inundan el espacio. También piezas de madera, porque el artesano es ecléctico con la cerámica y la mezcla con madera, hierro y otros materiales.

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El artista de la cerámica recuerda sus inicios en los que él mismo recogía arcilla roja en los alrededores del taller, algo que ya no es posible. La tienda de Vera tiene cerámica funcional como platos, cuencos y cosas así y también puramente decorativa. En este momento, Vera no ofrece talleres de aprendizaje pero sí lo ha hecho antes y ha dado clases a quien le ha pedido formarse con él aunque, dice, "nunca me he considerado un maestro, más bien un aprendiz". Nada de eso es obstáculo para que quien pase por su tienda salga con algunos conocimientos nuevos de cerámica.

'ÁNGEL VERA CERÁMICA' - Cortijo Poyo de Dios (Bayacas). Órgiva, Granada. Tel. 648 85 90 30.
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6. Javier Bermúdez y sus 'cacharros' de mimbre (Lanjarón)

Javier Bermúdez no tiene página web, Facebook, ni redes sociales. Por no tener no tiene ni móvil. Cuenta que por no tenerlo en el bolsillo lo dejaba en las cestas de mimbre que hacía y acabó perdiendo tres. Nunca más se compró uno. A pesar de esa desconexión, es uno de los artesanos de la Alpujarra más fácil de encontrar. Sitúa cada día su punto de venta de artículos de mimbre en la avenida de entrada a Lanjarón (o lo que es lo mismo, en la avenida de entrada a la Alpujarra), en el exterior de la Oficina de Turismo y frente al Balneario de Lanjarón, un lugar tan emblemático para el pueblo como para el nacimiento de la tradición mimbrera en la zona.

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El uso de las aguas mineromedicinales de Lanjarón se remonta a más de cinco siglos atrás, pero su declaración de utilidad pública es de principios del siglo XIX. Bermúdez cuenta que fue entonces cuando se extendieron "los vaseros, unas cestas de mimbre en las que quienes iban a beber las aguas transportaban sus vasos". La producción de esos vaseros llevó a muchas familias a trabajar en el mimbre. Bermúdez explica que en los 60 y 70 del siglo pasado, época dorada de Lanjarón, con más de 30 hoteles por entonces, "hasta 200 personas vivían de esa artesanía; más de 30 familias", según sus cálculos. Hoy, es uno de los –ya pocos– artesanos canasteros de Lanjarón. 60 años lleva en ello, cuenta, siguiendo los pasos de su abuelo y de su padre.

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El mimbre, o la mimbre, de Bermúdez viene de Cuenca o Salamanca y es de cultivo. Hace 40 años, explica, todas las fincas tenían una fuente de riego hecha de piedra o tierra que había que reforzar con un cordón de mimbre a su alrededor porque las raíces de las mimbres aguantaban la fuente. De ahí se suplían los mimbreros. La llegada de las fuentes de hormigón acabó con esas plantaciones y con la materia prima.

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Bermúdez es un hombre simpático que hace repaso en cinco minutos a la historia mimbrera de Lanjarón y a cómo recuperar el oficio. Más de 300 cacharros distintos tiene en su catálogo mental. Este artesano, tras 60 años en el oficio, no decae en su amor por su trabajo. Y quiere transmitirlo. Con frecuencia visita colegios donde enseña los rudimentos del oficio. Y cada miércoles, de seis a siete y media de la tarde ofrece un taller de mimbre en el Balneario de Lanjarón. En verano, dice, llega a congregar algunas tardes a más de 100 personas en torno a esa modesta planta. Modesta pero que, como recuerda Bermúdez, siempre ha sido útil: "Los canasteros nunca nos hemos hecho ricos pero nunca hemos pasado hambre con la mimbre", exclama.

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