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"Veo una luz negra". Las últimas palabras de Víctor Hugo le han servido a Anne Morin, comisaria de la muestra, para ponerle título a la retrospectiva de Margaret Watkins abierta en CentroCentro. Black Light, Luz Negra, es una maratoniana exposición que se integra en la edición de este año de PHotoESPAÑA y recoge el quehacer de una fotógrafa clave en el desarrollo del noveno arte.
Más de 150 imágenes, tomadas entre 1914 y 1939, copias de la época, realizadas a tamaño y maneras de entonces, junto con otros objetos, como una de las cámaras de la artista, su cuaderno de anotaciones, recortes de prensa y diferentes publicaciones ponen en valor el trabajo adelantado a su época de la artista canadiense.
La exposición es una propuesta de viaje que nos sumerge en los tempranos tiempos de las impresiones en paladio y la gelatina de plata. Puede iniciarse en la doméstica pastilla de jabón, que retrató Watkins junto a un cepillo de su bañera, para seguir con los desnudos y retratos al estilo clásico de sus primeros momentos. Se sigue en la refriega de la foto callejera que lleva a modernos encuadres arquitectónicos y anuncios publicitarios, que desembocan en sus fotomontajes, cuya auténtica valía la marcan las fechas que reflejan las cartelas explicativas.
Aunque sobre todo, este viaje nos permite asistir a la lucha de una artista, mujer e independiente, que sin ningún 'padrino' o patrón que la protegiera, fue capaz de hacerse hueco en un panorama oscuro para la condición femenina. La fotógrafa canadiense desarrolló su trabajo en unos momentos en los que en la fotografía imperaba, por decirlo de una forma suave, un ambiente masculino en extremo. A bordo de sus instantáneas, supo mantenerse a flote y hacerse sitio en la historia de la fotografía.
No debemos confundirnos, el trabajo de Margaret Watkins descolla por dos circunstancias igualmente extraordinarias: por su enorme calidad precursora a su tiempo y por realizarlo una mujer que logró emanciparse, en un tiempo donde el rol femenino se confinaba al ámbito doméstico.
La exposición se organiza en cinco grandes bloques temáticos que recorren el discurso de Watkins y su quehacer artístico: los comienzos de su obra, los retratos, la fotografía independiente en Nueva York, su trabajo en Europa y los fotomontajes. Temática tan variada como el tratamiento que la creadora imprime a su trabajo, que va desde el universo doméstico a la ensoñación de sus imágenes publicitarias realizadas para las grandes marcas y agencias del momento.
Rebelde e independiente, Watkins se saltó los roles de género que, como una losa, sepultaban a las mujeres de su época. Hay una imagen en el inicio de la exposición que lo refleja bien. Es una mujer, tal vez Margaret Watkins, su mentora durante mucho tiempo. A contraluz, se adivina su figura. Vestida al estilo decimonónico, traje severo de manga larga y hasta los tobillos, el pelo recogido en moño austero. Su imagen contrasta con lo que hace: toma fotografías en la orilla de un lago, algo que en su tiempo se suponía asunto de hombres.
Poco antes de morir, Margaret Watkins guardó muchas de las fotografías y negativos que le hicieron salir a ella de la estricta obscuridad en el que vivían las mujeres de su tiempo, en una caja negra, que entregó cerrada a su vecino Joseph Mulhollad, sin decirle lo que había dentro. Cuando finalmente se abrió, sucedió una extraordinaria metáfora. Las mismas imágenes que hicieron a la fotógrafa salir de la estricta oscuridad en la que vivían las mujeres de su tiempo, surgieron de aquella caja negra. Estos días iluminan las paredes de CentroCentro.
Se han establecido similitudes entre las fotografías de Margaret Watkins y las pinturas de Georgia O’Keeffe, considerada la pintora más importante de Estados Unidos. Se da la casualidad de que la exposición de CentroCentro coincide en el tiempo con la retrospectiva que se expone en el cercano Museo Thyssen sobre esta artista. Una feliz circunstancia a la que debe unirse una tercera exposición de otra mujer decisiva de su época: Emilia Pardo Bazán, organizada por la Biblioteca Nacional en el centenario de la muerte de la escritora gallega, tan actual estas semanas por el regreso al pueblo español de la propiedad del Pazo de Meirás.
La Milla del Arte se convierte durante estos meses en privilegiado escaparate del empoderamiento femenino. Tres exposiciones imprescindibles sobre tres mujeres excepcionales, adelantadas de su tiempo y pioneras de un feminismo al que todavía le falta un trecho que recorrer.