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Las fiestas de Santa Llúcia i Nadal o Festes d’Hivern de Ibi son unas de las fiestas más antiguas de la Comunidad Valenciana, ya que datan de 1797. Así mismo, son consideradas Fiestas de Interés Turístico Autonómico desde el año 2009. Los festejos comienzan el segundo fin de semana de diciembre y tienen su eclosión el 28 de diciembre, día de los Inocentes, cuando tiñen de blanco el pueblo con la mundialmente conocida batalla de huevos y harina.
La noche anterior a la batalla, los casados dan el bando de los amantados, una serie de rimas satíricas sobre hechos acaecidos en la villa, que declaman bien abrigados y cubiertos por un manta subidos en un carro por las calles de la localidad. Al finalizar, estos amantados proclaman que no se puede seguir con la mala actuación de las Autoridades y que se necesita un cambio radical por lo que anuncian que al día siguiente tomará el poder la Justicia Nueva de los Enfarinats.
A primera hora de la mañana els enfarinats y la oposició corren hasta la Casa Consistorial para arrebatar la vara de mando a la autoridad municipal e instaurar unas normas no escritas que llaman Justicia Nueva. Els enfarinats, vestidos con las más estrafalarias vestimentas, se enfrentan al colectivo de la oposició, quienes son reconocibles por llevar una chistera negra adornada con estrellas de papel, además de medallas y una banda. A partir de ese momento, el Nuevo Orden se impone en Ibi a golpe de escaramuzas, batallas de huevos, harina y cohetes de los conocidos como borrachos o carretillas.
Más de 2.500 kilos de harina provenientes de sobrantes de las panificadoras, 300 docenas de huevos caducados y 2.500 petardos se usan en una batalla hilarante desarrollada en la vía pública, dónde no faltan su cárcel, su montaña a conquistar y mucho caos. Un recinto delimitado que es observado por alrededor de 2.000 personas provenientes de todas partes del mundo y que es fotografiado por decenas de cámaras. Hace no muchos años, esta batalla tenía lugar por las calles del pueblo, pero debido a la gran afluencia de público y del riesgo para el patrimonio, actualmente se realiza en un enclave delimitado cercano al Ayuntamiento.
Son dos horas de loca batalla que acaban con la rendición de la oposició y sin más bajas que el pringue de pies a cabeza en los dos bandos y una gran nube blanca. Al acabar, enfarinats y oposició recorren los comercios del pueblo pidiendo un “impuesto revolucionario” para el asilo de ancianos San Joaquín de Ibi. Solo las personas casadas pueden participar de esta batalla y, según nos cuenta José, un enfarinat con el que nos acercamos a conversar y que afirma llevar catorce años participando, “esto es una fiesta abierta en la que todo el mundo puede acceder, durante el año se va quedando y organizando, pero puede integrarse cualquier casado que viva en Ibi”.
Nos llama la atención la poca participación de mujeres en esta guerra y por eso deseamos hablar con una de ellas al acabar el fragor de la batalla .“Este año somos dos chicas, hemos estado muchos años siendo una sola”, nos cuenta Ruth Mira, quien dice con orgullo que lleva saliendo con la oposició desde 2018 siguiendo una tradición familiar. “Mi padre empezó en 1981 cuando se recuperó la fiesta, luego estuvo de alcalde dels enfarinats 12 años y, luego, volvió a la oposició, y mi hermano también está aquí desde que se casó”.
Ibi es uno de los municipios más altos de la provincia de Alicante, localizado en el interior de la provincia, en la comarca de la Hoya de Alcoy, quizás sea su ubicación geográfica lo que le ha permitido atesorar fiestas y tradiciones tan antiguas, además de una forma propia dialectal del valenciano, el iberut, con giros y palabras solo utilizadas en el pueblo. Estratégicamente situada en el denominado Valle del Juguete, aquí se fabrican la mayoría de los juguetes made in spain que Reyes Magos y Papa Noel llevarán a los niños y niñas.
Pero volvamos a la fiesta ibense, que continúa tras la batalla de harina, ya sin prensa y apenas sin turistas. Casados, solteros y tapados determinan la manera de organización en estas fiestas de invierno. Por la tarde cuadrillas de solteras y cuadrillas de casadas pasean por el pueblo, ricamente vestidas con sus trajes típicos de pastoras, acompañadas de sus parejas con capa y al ritmo de los sonaors, que es como llaman aquí a los músicos de xaramita, tabalet y safanoria -algo así como dulzaina, tamborcito y una guitarra pequeñita en iberut-.
Balladores y sonaors van a buscar a la Reina y la Virreina a sus casas, donde todo el cortejo es agasajado con dulces y licores. Aunque la tradición marca que solo se sale así vestida una vez en la vida, son muchas las personas de Ibi que repiten. Ramón Climent, por ejemplo, nos cuenta que ha salido tres veces de ballador, la primera de soltero y dos ya de casado, y que ahora sus hijos le siguen los pasos. “Esto se hace porque te gusta y haces cuadrilla con los amigos”, nos dice orgulloso mientras nos invita a una copita de mistela, el vino dulce de la zona.
Clara Palau, de la cuadrilla de las solteras, es el primer año que sale y no descarta hacerlo más veces “es mucha emoción, además el traje de pastora y el sombrero me lo he hecho yo”. Llama la atención el tocado del traje típico de las solteras, con las flores secas y el terciopelo y las largas trenzas que llevan las chicas. Música y tradiciones han sido mantenidas y recuperadas gracias al Grupo de Danzas de Ibi, uno de los más activos del sur de Alicante, quienes desde 1945 llevan recopilando las tradiciones de la comarca.
Bailadores y sonadores (balladors i sonadors en iberut) se encuentran con los enharinados y la oposición en el asilo de ancianos, donde hacen entrega del dinero recogido en los comercios y bailan unas danzas con la finalidad de animar a los ancianitos. Mientras, en los alrededores de la iglesia, se congregan los entrañables tapats (tapados), decenas de ibenses, sobre todo niños, que se disfrazan con sábanas y trajes antiguos y que guardan su anonimato tapando la cara con una funda de almohada decorada y pintada. Van armados con plumeros y hacen cosquillas a los balladores cuando pasan cerca de ellos. Es costumbre también añadir un penacho, un matamoscas o un paraguas que usan para saludar, molestar y llamar la atención mientras no hablan o lo hacen con voces distorsionadas.
En torno a las 17:00 horas, se dirigen els enfarinats a la calle de las Eras para protagonizar el último de los actos de su corto mandato. Allá llegan también todos los bailadores y bailadoras, y es entonces cuando el Rey y el Virrey de la Danza le piden permiso al alcalde de los enfarinats para bailar en la calle. Después de un breve parlamento, el alcalde se lo concede, asumiendo así que su papel en la fiesta ha llegado a su fin y que, desde ese momento, el Rey de la Danza será quien la dirija.
Els enfarinats, ya sin ninguna autoridad, se entremezclan en el público y se retiran hasta el año siguiente; el sol está poniéndose y la xaramita y el tabalet comienzan a sonar. ¡Empieza la Danza! Y todas y todos… vecinos, visitantes, enfarinats, oposició, balladores y tapats disfrutan del baile deseando que todas las guerras del mundo fueran de harina y risas.