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Cuando el invierno está tocando a su fin y una nueva estación comienza a aflorar, el Gigante Asiático celebra la Fiesta de la Primavera (春节, Chūnjié) o Año Nuevo chino según el calendario lunar, también llamado Guònián (过年). Es el momento en que todo el país se engalana, decora sus calles con farolillos rojos y tiras con pareados, y las familias se reúnen. Este año ha caído muy pronto: el Año de la Rata de Metal (Yang) se iniciará el 25 de enero del 2020 y marcará el fin de la rotación de los 12 signos del zodiaco chino. Nos espera un año de positivismo y equilibrio que marcará el inicio de un nuevo ciclo, dejando atrás una época de energías negativas. Según este horóscopo milenario, comienza una etapa que supondrá un cambio radical en los próximos 20 años.
Es un buen momento para adentrarnos en la cultura china y conocer un poco más de su gastronomía. Madrid, Barcelona o Valencia cuentan ya con sus propios chinatowns. En Valencia, decenas de establecimientos del barrio de la Roqueta están regentados por ciudadanos chinos; la mayoría de ellos de la zona de Zhejiang, al sureste de China. Peluquerías, bares, billares, agencias de viajes, autoescuelas, farmacias, academias, locutorios, negocios de uñas o masajes; bazares, tiendas de comida y restaurantes se situán en las inmediaciones de la hermosa Estación del Norte. Pasear con curiosidad por la calle Pelayo y sus aledaños es un viaje a Asia sin salir de la capital del Turia.
Desde el año 2012, el plato fuerte del Año Nuevo Chino en Valencia es su Gran Cabalgata, que se inicia en la calle Pelayo para continuar por las de Xàtiva y Marqués de Sotelo, y concluye en la céntrica plaza del Ayuntamiento. Está organizada por las asociaciones de empresarios y comerciantes chinos, en colaboración con el Ayuntamiento de Valencia y el Instituto Confucio de la Universitat de Valencia (ICUV). Más de 20.000 personas acudieron el pasado año a este evento lleno de luz y color.
Aquí concurren los diversos grupos folclóricos y culturales de China que tienen presencia en la sociedad valenciana, aproximadamente 200 personas desfilan entre exhibiciones de taichí y wushu, niños y niñas de las escuelas chinas disfrazados y cantando, carrozas engalanadas desde las que se lanzan caramelos y regalos, bailarines, músicos, correfocs y, por supuesto, las danzas del león y el dragón. Y en Valencia no pueden faltar petardos y tracas. Además de la cabalgata, durante todo el día 25 se realizan diferentes actividades en las carpas que se instalan en la plaza del Ayuntamiento, desde caligrafía china hasta talleres de farolillos, pasando por degustaciones gastronómicas.
Pero para quien de verdad quiera empezar este Año de la Rata con buen pie, lo mejor es seguir algunas tradiciones chinas. Antes de nada hay que eliminar toda la mala suerte del año anterior limpiando y ordenando la casa. Después, se colocan los adornos de color rojo y las tiras con poemas con mensajes como "riqueza" y "buena suerte". Hay que tirar petardos para espantar a los malos espíritus Nian y dar sobrecitos rojos con dinero a los hijos y sobrinos.
La comida también sigue algunos rituales, por ejemplo, hay que comer fideos largos sin cortarlos para que el nuevo año traiga longevidad, pescado con la cabeza y la cola intactas para asegurar un buen comienzo del año siguiente y un pollo entero como signo de unidad familiar. Las patas de pollo en el menú, por su parte, nos aseguran la fortuna para el año venidero y los langostinos rojos dan suerte. No te preocupes, no tiene que ser todo en el mismo día. Las celebraciones en China duran dos semanas y finalizan el decimoquinto día del primer mes lunar (正月, zhēngyuè), momento en el que se celebra la Fiesta de los Farolillos (元宵节, yuánxiāojié).
Los cocinillas pueden ir al 'Supermercado Hiper Asia' (Bailén, 7), que está junto a la Estación del Norte. El chef Ricard Camarena, entre otros cocineros de renombre, adquiere aquí ingredientes que utiliza en su cocina. Al frente de este negocio se encuentra la familia Ni, los padres son Fernando Ni y Carolina Xu, y sus hijos, nacidos en España, Víctor, Héctor y Néstor. Víctor Ni es quien ha tomado las riendas del negocio y ha modernizado el supermercado con una página web que dinamiza la venta online y que, en breve, ofrecerá también recetas. Los Ni cuentan con alrededor de 300 proveedores y ofrecen más de 20.000 artículos. Allí uno puede volverse loco entre las estanterías de udon, yakisoba y fideos konjac; frutas exóticas como jackfruit, lichis y durian o diferentes tipos de setas.
También se pueden encontrar decenas de variedades de tofu, medusa en conserva, huevos negros de dragón, algas deshidratadas y tropecientas clases de salsas o tés, y especias. En cuanto a los licores, dispone de una bodega de vinos de arroz, baijius, cervezas y sakes. Asimismo, encontramos productos congelados como gyozas, y hasta un vivero de marisco, donde habitan cangrejos azules. La familia Ni posee además un campo cerca de Valencia que les provee de verdura fresca: pack choi, nabo daikon, col, berenjenas chinas finas y moradas, etcétera. Y la locura total son los metros y metros de estantes con diferentes refrescos, aperitivos y dulces: galletas de sésamo, mochis, Oreos de todos los sabores y cientos de aperitivos con packagings llamativos y originales.
Si se prefiere ir a mesa puesta, en el Chinatown valenciano se pueden encontrar numerosos restaurantes chinos con una oferta diversa y auténtica. Olvídate de los rollitos de primavera y el arroz tres delicias, aquí se come comida china de verdad. Empezamos por el pionero 'Felisano' (Pelai, 11). Esta pequeña casa de comidas abrió hace más de diez años y acaba de ser reformada. Aquí siempre hay cola y la clientela suele ser gente joven. Apenas tiene tres mesas y lo que más triunfa es el take away. Hay que pedir en el mostrador, donde se expone la comida y se pueden encontrar sopas, tallarines fritos con soja, congee –arroz glutinoso con churro, carne picada y tomillo–, baozi –masa esponjosa que se cocina y se deja fermentar para después rellenarla de carne o marisco–, mei cai bing-empanadilla frita rellena de hojas de mostaza, panceta y quisquilla- y zima qiu –bolas de sésamo–.
Seguimos con el 'Tian Tian Da Rou Bao'. Cualquiera de estos dos lugares (uno está al lado del otro) es fantástico para desayunar como un chino. Ni leche, ni galletas, ni dulces: en China se desayuna fuerte y calentito. Baozis, congee, sopas, xiaolongbaos, huevos a la soja y youtiaos. Es decir: empanadillas rellenas, arroz caldoso y glutinoso, pequeños panecillos hervidos al vapor en bambú, huevos fermentados y churros (si, has oído bien, churros). Tian Tian Da Rou Bao, cuyo nombre significa literalmente "el gran pan chino relleno de carne de todos los días" abre bien temprano para su clientela china fiel al desayuno y va recibiendo más clientes valencianos conforme se acerca el mediodía.
Junto al famoso trinquet centenario donde se juega a la pilota valenciana, encontramos una de las últimas aperturas: el fast food 'Panqueque' (Pelai, 14). Comida rápida o para llevar al estilo de la comida de calle en Taiwan. Los clientes son mayoritariamente adolescentes y las especialidades son el panqueque –una especie de crepe–, y el hotdog chino –que es un perrito caliente rebozado–, y los arroces con "cosas".
Siguiendo por la misma calle está el 'Min Dou' (Pelai, 31), una verdadera institución. En su extensa carta –más de 170 platos de cocina cantonesa– se encuentran sabores verdaderamente chinos. Una década lleva la familia Cheng abriendo de 12 del mediodía a 1 de la madrugada todos los días de la semana para sus clientes chinos y locales. El local no es especialmente atractivo, pero lo compensa el ambiente multicultural y lo sabroso y abundante de sus platos. Aquí te recomendamos la berenjena con salsa yuxiang, el pato Pekín, los cacahuetes salteados con verduras y el pescado que traen fresco del Mercado Central y cocinan al vapor o con salsas.
Si eres amante de la casquería, los callos con pimentón, el tendón de ternera, la oreja de cerdo, las patas de pollo picante o el cuello de pato. Y para los más valientes, medusa salteada o ancas de rana. Para beber, la refrescante cerveza Tsingtao. También muy recomendables las sopas, que son una de las especialidades que diferencian la comida cantonesa: de vieiras, almejas, ostras, ternera o de cordero y cocinadas en caldo a fuego lento. De postre: bolas de sésamo, pastel de taro o pastelillos de calabaza con un té y un licorcito.
Seguimos en la calle Pelayo, arteria de nuestro Chinatown, para llegar al restaurante 'Ramen del Norte y del Sur' (Pelai, 32). Como decía mi amiga Gloria Gallo, colaboradora de Guía Repsol con la que tantas veces vine aquí a comer, se trata de "Sorber ramen, secar sudor". Aquí los guisos son calientes, potentes y con un puntito picante para subirte bien el ying del cuerpo. El secreto: caldos que se cuecen durante 12 horas y pasta que Chao Sheng Lin hace en el momento a la vista del comensal, estirando la masa para cada uno de los fideos. En la carta solo ramen y toshome. Teresa, la camarera, explica que la diferencia está en el fideo. El toshome es más gordo y pesado, cortado a cuchillo, y el ramen es más parecido a nuestros espaguetis, y se hace estirando la masa.
Ambos se pueden pedir secos o en versión guiso, que son platos un poco más grandes y más calientes; de ternera o de cerdo; el cilantro y el picante son opcionales. Fuera de carta tienen aperitivo de algas, de oreja y de pepino. El local es muy agradable y animado, donde coinciden grupos de jóvenes chinos y valencianos, señores con traje de chaqueta de las oficinas cercanas, familias sorbiendo ramen o muchachas con bolsas de las boutiques del centro.
En la esquina opuesta y todavía en la misma calle se encuentra 'Uncle Xiao' (Pelai, 37). Aquí la clientela es mayoritariamente gente joven china y la comida se elabora al gusto del comensal. Hay una vitrina-nevera con los ingredientes, se coge lo que se quiera en un bol, que se pesa y se cocina en sopa o a la plancha. Hay pinchos de carne o verduras, mariscos y otros productos de bastante calidad. Otra opción es sentarse en una mesa que tenga la olla de inducción en el centro y cocinarse uno mismo su hot pot. El lugar es estético, moderno y pensado para cenar con amigos y compartir olla y barbacoa.
Pero para adentrarnos de verdad en el mundo del hot pot, hay que visitar 'Spicy Soul Hot Pot' (Pintor Benedito, 8) y 'Shullun Hot Pot' (Pelai, 16). El primero es un restaurante amplio y moderno, de muebles de madera con vitrocerámicas y ollas encastradas. La decoración del segundo es un poco más neutra y en ambos el público es mayoritariamente chino. El hot pot, originario de la ciudad de Chongqing, es también conocido como caldero mongol, el caldero chino o fondue china. Consiste en una mesa que tiene una olla en el centro en la que la gente se va cocinando sus propios ingredientes, algo muy divertido para ir con amigos o la familia. La base es un caldo también se puede elegir: de hueso, setas, tomate, pollo, bambú ,o –¡cuidado!– de guindillas.
Al caldo se le puede echar tallarines, carne de cerdo, pollo, cordero o ternera, vieira, sepia, gambas, cangrejo, tofu, soja, churros, espinacas, patata, raíz de loto y rábano o casquería. También hay gran variedad de condimentos y salsas. Hay que ir con amigos, hambre y tiempo para que la conversación fluya animada mientras la comida se va cociendo y suben las columnas de vapor entre los comensales. Unos consejos: cuidado con el picante, no metáis demasiadas cosas en la olla, y tened en cuenta que hay que darle tiempo para que se cueza bien rico.
Una modalidad cantonesa de este plato es el pot rice o bo zai fan, que podemos encontrar en 'Yummy Pot Rice' (Ermita, 16), un local único en España. Es un arroz que se acompaña de carne marinada y vegetales, cocinado en una olla especial y aderezado con una salsa que acaba de potenciar los matices del plato. La última capa de arroz queda con un crujiente parecido al socarrat, tan apreciado por los amantes de la paella.
En la carta encontramos diferentes variedades: el Cuatro tesoros, con longaniza curada, ternera, costillas y huevo; el Louhan vegetariano, donde el arroz se acompaña de zanahoria, boniato y shiitake; el de panceta al estilo taiwanés; el de marisco, con gambas, calamar y almeja; o el tradicional de cerdo, con longaniza y carne de cerdo curada. También hay aperitivos: el yuntun frito, la oreja de cerdo estofada con salsa de soja, la ensalada de patata encurtida, o los callos con salsa picante. Y de postre: helado de sésamo, de judía roja o de té verde.
Para poner el broche dulce, una pastelería, la regentada por Coco y Blanca, una joven pareja de recién casados chinos que han abierto este local a imitación del que su madre tiene en el barrio de Usera (Madrid). 'Tiramisú' (Pelai, 13) es una pastelería pequeña de decoración millennial, con un gran obrador del que salen dulces riquísimos y coloridos. Como el famoso pastel de queso chino, que es suave y ligero, los pasteles de taro, el pinneapple bon, las galletas de mantequilla; o los bizcochos de arco iris, judía roja o matcha.
Se pueden acompañar estos dulces con multitud de batidos multicolores de sabores imposibles, como el de unicornio; o con tés con burbujas de judía o maizena, que explotan en el paladar. También podemos encargar tartas y pasteles para celebraciones. El público suele ser chino, y también jóvenes españoles, algunos de ellos cosplayers, que acuden a merendar vestidos como sus personajes de anime.
Pero en la zona hay muchos más locales donde degustar auténtica comida china. El restaurante 'Casa Ou' (Matemàtic Marzal, 11) un poco más refinado, con peceras donde elegir el pescado o marisco que quieras consumir. 'Casa Táfu', el taiwanés del barrio, donde hay que probar el popular lo rou fan. El 'Bar Frenazo' (Pelai, 23), un local de toda la vida donde es muy difícil pillar mesa y cuyo plato estrella es el pato asado con salsa dulce y picante o la 'Casa Wei Wei' (Pelai, 21) y su pollo con guindillas.