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Ya vienen los Reyes Magos caminito de Valladolid. El Museo Nacional de Escultura permite viajar a la Nápoles del siglo XVIII sin necesidad de aviones ni máquinas del tiempo. La magia la aporta el prestigioso belén napolitano, que en las semanas navideñas, aunque está abierto todo el año, se abarrota de curiosos locales y forasteros con ganas de ver esta representación de la sociedad napolitana de hace más de 200 años.
Esta representación cuenta con 620 piezas distribuidas delicadamente por un amplio conjunto y cuyo detalle asombra a los visitantes, que miran boquiabiertos el mimo con el que se han elaborado las tallas, tanto en sus expresiones y posturas como en los ropajes que visten. “¡Ah, mira, mira, qué bonito!”, exclaman dos mujeres pertenecientes a una excursión venida expresamente desde Palencia para contemplar esta obra, que tiene entre sus grandes atractivos la forma de expresar a la sociedad napolitana ante la venida de los tres Reyes Magos para honrar al recién nacido Niño Jesús.
Las solemnes majestades de Oriente, que montan sobre unos precisos camellos ataviados con telas multicolor y con toda clase de texturas, se entremezclan con figuras como un mendigo vestido con andrajos, pescadores y carniceros que ofrecen su género, y los más altos y más bajos estratos de esa ciudadanía. Los espectadores se sorprenden ante tanto detalle. “¡Anda, qué cara de sufrimiento!”; “Hay un galgo”; “¡Qué chulada!”; “Y los pollos y cerdos ahí colgando, es una pasada”, se escucha entre el público.
“Mariflor, mira que matanza”, comenta otro visitante, sorprendido con cómo entre la comitiva real y tan cerca del portal de la virgen María, José y el niño Dios se pueden encontrar perfectamente un cerdo abierto en canal. El conservador del Museo Nacional de Escultura, Miguel Ángel Marcos, describe que este conjunto “es excepcional, de los mejores de Europa y de lo mejorcito de fuera de Italia”.
El especialista explica que esta clase de belenes napolitanos se hicieron muy populares cuando entre Nápoles y España existía muy buena relación fruto de los lazos entre las Coronas. Carlos III fue uno de los grandes valedores de importar esta clase de creaciones, que tienen ahora en Valladolid una de las muestras más prestigiosas.
Este caso particular lo adquirió el Estado en 1996, cuando unos coleccionistas particulares, como suele ocurrir, según Marcos, ofrecieron esas más de 600 piezas y lo vendieron por 1,2 millones de euros. El Museo Nacional de Escultura recibió el belén, que en los últimos años se ha reubicado con “una instalación moderna con escenografía más neutra, para dar valor al conjunto”.
El encargado del departamento de colegiales expone que eso que tanto llama la atención de los observadores se llaman finimenti, unos elementos complementarios casi tan valiosos como lo que parece tener más protagonismo. “Es muy importante que se conservan las vestiduras originales, que son muy delicadas porque se hacían en las reales manufacturas de Nápoles, con los motivos realizados a escala y muy delicados”, apunta Marcos, unas afirmaciones que se pueden comprobar dando un paseo por la extensa sala donde se encuentra instalado.
La comitiva musical que acompaña a Melchor, Gaspar y Baltasar cuenta con instrumentos diversos, preparados al milímetro, que contrastan con los aldeanos y sus animales, que asisten desde sus labores cotidianas a la venida de las majestades orientales.
La abigarrada colección se ha colocado sobre unos fondos que no se corresponden con los originales, pues estos no han llegado a la actualidad. Las luces tenues de la sala tienen un por qué, señala el conservador, pues la iluminación puede dañar a este conjunto con telas tan sensibles acompañadas por material muy diverso, pues hay elementos hechos con barro, metal o estopa. Cuando no hay nadie contemplándola, se apagan los focos para perjudicar lo menos posible al belén napolitano de Valladolid, que se mantiene a 22 º controlados por termostato.
Pero estos momentos suceden poco, especialmente cuando llega la Navidad. Los grupos que han acudido al museo contemplan un belén napolitano que tiene varias escalas y que permite entretenerse jugando a contar cuántos perfiles sociales distintos aparecen tallados o el total de animales, pues hay desde elefantes a gatos, perros o pescado. Esto en la superficie, pues sobre el portal que centra las miradas sobrevuela una cohorte de ángeles, un equipo celestial que divisa desde los cielos la llegada del Mesías.
“¡He visto a Dios!”, exclama una niña, emocionada mientras observa al Niño Jesús, desnudito entre la paja y los animales de su punto de nacimiento. Las telas azules que lo envuelven constituyen uno más de los tonos del abanico cromático que adorna esta colección, que además de escrutarse frontalmente, tiene una visión que hace que todavía valga más la pena acudir.
Los dos laterales de la vitrina que protege a las piezas permiten mirar tanto al bello belén napolitano como al reflejo de esas tallas, que hace posible poner ante un espejo de vidrio a las 620 protagonistas, sin importar si son campesinos o enviados de Dios, ante la mirada de la gente.
El belén napolitano cambia mucho si en la sala hay muchas personas o si se trata de un momento con poca afluencia. En ese caso, se escucha el vídeo que explica las conexiones entre Nápoles y España. En ese momento, mientras se observa a Jesucristo recién venido al mundo, los acordes del Bella ciao se pueden escuchar en un entorno tan propio de villancicos navideños. Valladolid y Nápoles no están tan lejos y pronto llegarán los regalos.
BELÉN NAPOLITANO MUSEO NACIONAL DE ESCULTURA - Cadenas de San Gregorio, 1. Valladolid. Tel. 983 25 03 75.