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El puerto infinito
Bermeo es, ante todo, un puerto. Un puerto que ganó su fama no por pescar cualquier cosa, sino ballenas, nada menos. Y, finalmente, un puerto cuya flota de bajura es hoy de las más importantes de la Cornisa Cantábrica, llevando el nombre del bonito del norte hasta los más lejanos puntos del planeta. Por tanto, no sorprende que dicho aroma marinero impregne los rincones más emblemáticos del municipio, empezando por el propio Puerto Viejo, ahora Puerto Deportivo, donde las tabernas invitan a convertir el aroma en el sabor de sus conservas de pescado. Si se presta atención en el paseo por su apacible muelle, se captan los dibujos que adornan sus postes: son un homenaje a aquellas chimeneas que podían verse en lo alto de los vapores hace cien años. Para poder conocer y saber más sobre esta historia marinera, Bermeo lo pone fácil con el Museo del Pescador, dentro de la Torre Ercilla, una construcción con cinco siglos a sus espaldas. Y, a sus pies, la modernidad se instaló en forma de las figuras de bronce dedicadas a los pecadores de Enrique Zubia. A unos metros, mirando al actual puerto pesquero, también se puede aprender más sobre la importancia de esta actividad en Bermeo en el Ballenero Aita Guria, un Centro de interpretación instalado en una recreación de la típica embarcación de pesca de ballenas.
De vuelta en el casco viejo, se pierde de vista el mar pero no el sabor marinero. Está presente en los pintxos que tientan desde la puerta de sus bares pero también en sus empinadas calles y esas casas de aire marinero cuyas coloridas fachadas y balconadas acristaladas aportan carácter a este conjunto histórico artístico. En él se alzan las iglesias de Santa Eufemia, junto al puerto, y la de Santa María, que comparte plaza con la barroca Casa Consistorial. Cerca de allí resiste el Portal de San Juan, único vestigio de la muralla, fuera de la cual se encuentra el Convento de San Francisco, cuyo claustro fue sede del mercado municipal durante varias décadas. Buscando nuevamente el mar se llega al Parque Lamera, donde Bermeo muestra también su personalidad en la serie Cosmogónica de Néstor Basterretxea: 18 esculturas que observan el edificio del Casino, puro simbolismo en bronce que refleja la mitología vasca y sus deidades mágicas.
Algo de míticos tienen también otros dos hitos que nos esperan fuera del casco del pueblo. De un lado, San Juan, una ermita que se levanta sobre el islote de de Gaztelugatxe, unido a la costa por un gran puente de roca natural, como un cordón umbilical que se negase a separarse del seno de Bermeo. No lejos de allí, el 'ojo' del Cabo Matxitxako también mira atento al pueblo: fue uno de los principales faros de Vizcaya, al que en 1909 se le añadió un segundo, ya automático. Hoy se pueden ver los dos juntos, en medio de uno de los paisajes más bellos de la zona.