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La noche es cerrada, los farolillos naranjas iluminan las calles del pueblo. Unos ladridos lejanos rompen el silencio absoluto que reina alrededor del castillo, desde 1976 reconstruido como Parador. En su interior, un halo de misterio te atrapa nada más entrar. Y es que hablar del Parador de Sigüenza es hacerlo de la leyenda del fantasma de Doña Blanca de Borbón, esa que dice que entre las paredes de esta fortaleza del siglo XII se escucha por las noches sollozos de una mujer junto al ruido de unas cadenas que arrastran. Hay quien asegura incluso haber visto una nebulosa blanca flotando en el aire.
“A mediados del XIV ocurre el hecho que da pie a la leyenda más famosa de Sigüenza”, cuenta Jorge Sopeña, historiador y guía turístico de Visitas Guiadas Sigüenza. Sentados al pie del castillo, relata con emoción la leyenda: “Siendo una bella joven blanca e ruvia, e de buen donayre, según las crónicas de la época, la casan con el rey Pedro I el Cruel. La boda se celebra en Valladolid y tras la tercera noche de bodas, el rey Pedro la repudia y abandona, fugándose con su amante María de Padilla. El monarca, para tenerla controlada, la mandó enclaustrar en el Castillo de Sigüenza durante cuatro años. Después de ese tiempo, el rey ordena su traslado a Jerez y más tarde a Medina Sidonia, donde muere muy jovencita, parece ser que en extrañas circunstancias. Algunas leyendas hablan de que fue envenenada, otras de que habría muerto de un ballestazo en el corazón, es probable que fuera a manos de los ejecutores del Rey, que solían ultimar a sus víctimas de un mazazo en la cabeza. Cuentan que al haber pasado cuatro años en el castillo de Sigüenza, triste y malcasada, su fantasma habría regresado aquí tras su muerte”.
De su estancia en el castillo, queda una pequeña celda con una silla y un escritorio que fue restaurada por el arquitecto José Luis Picardo. Situada en el salón de Doña Blanca, en el ala derecha del Parador, sólo los huéspedes pueden llegar a ella durante la visita que organiza el alojamiento cada día a las 17:00 horas.
“Son muchos los clientes que preguntan por el fantasma de Doña Blanca”, cuenta Abel Castilla, jefe de recepción. Este jienense llegó para 15 días, y ya lleva 13 años trabajando en el Parador. “Durante todo este tiempo no he visto ningún fantasma, pero sí me han pasado algunas cosas extrañas, como dejar algo en un sitio y después que no esté. Te puedo asegurar que pasar una noche de tormenta aquí impone muchísimo”, explica.
Este halo de misterio que rodea al Parador ha hecho que el mismísimo Iker Jiménez, atraído por los sucesos paranormales, haya visitado varias veces el castillo. A nivel profesional y personal. En el parador rodó varios programas de “Cuarto Milenio” y celebró el bautizo de su hija Alba.
Lo cierto es que pasear por los pasillos de esta antigua alcazaba árabe cuando desaparece el sol es sólo para valientes. Las pisadas sobre los suelos de loza, el reflejo de los espejos dorados, el misterio de los baúles de época y las antiguas puertas de madera que se abren y cierran sin avisar, son razón de más de un sobresalto.
“Al ser un edificio viejo, los crujidos de la madera, las luces y el tipo de decoración puede asustarte fácilmente”, cuenta Abel. "¿Mi mayor susto durante estos años? Cuando una británica en camisón se me presentó sonámbula en la recepción. No era el fantasma, pero verla a través de las cámaras de infrarrojos bajando las escaleras fue muy fuerte”, recuerda con una risa nerviosa.
Con todo, el paseo nocturno merece la pena. En la segunda planta, hay una puerta abierta entre las habitaciones que conduce a un lugar sagrado: una capilla románica del siglo XIII. De noche impone acercarse a ese "agujero". Da el paso, sólo así se encenderán las luces y verás ante tus ojos un bonito rincón inesperado. También es una gozada descansar en el Salón Real, bajo el calor de sus dos grandes chimeneas, sus librerías llenas de títulos, sus muebles castellanos y sus grandes tapices, propios de un museo. Y si prefieres salir al Patio de Armas, con el sonido del agua amenizando la noche, fíjate bien en el pozo que hay junto a los jardines. Dicen que comunica bajo tierra el castillo con la Catedral de Sigüenza. Otra leyenda con la que irse a dormir (si es que puedes).