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Visite la ciudad romana por el motivo que lo haga, merece descansar y dormir como lo habría hecho el propio Octavio Augusto. La oferta hotelera ha aumentando mucho en los últimos años, con lo que es fácil que el viajero disponga de alojamientos de todo tipo como hoteles, pensiones o apartamentos. En cualquier caso, es importante elegir bien.
Casi todos los Paradores de España guardan entre sus paredes siglos de vida que merecen ser contados. Sin embargo, el Parador de Mérida tiene historias tan singulares que ya solo por eso merece la pena elegirlo como alojamiento, más allá de todo lo demás. El edificio fue construido en siglo XVIII sobre los restos de un tempo romano con el objetivo de servir como convento-hospital.
Después, "en 1837 el convento se convirtió en cárcel y más tarde, en 1933, vio la luz como Parador", asegura Estefanía Mostazo, guía turística de Activa Viajes, que todos los días cuenta a los huéspedes en el turno de las 19.15 horas –hay otro a las 10.15 de la mañana– la historia del lugar en el que duermen. Y es que aquí, cada rincón desgrana un pedacito de historia. Desde su corredor con restos de columnas romanas y visigodas, que fueron usadas para construir el edifico y que muestran secretos grabados en sus fustes, hasta ese patio interior que era el huerto del convento y que ahora luce como jardín salpicado aquí y allá con las columnas romanas, últimos vestigios de las termas que hubo allí.
Estancias y pasillos con techos abovedados no solo te conducen a otra época, sino que se mezclan con la calidez de la decoración con velas y las flores secas para aislarte del mundo. Pero si eso no fuera suficiente, la piscina, la sauna o el gimnasio pueden contribuir a la desconexión. Y mientras uno camina hacia a estas salas, tiene que atravesar un pasillo en el que se encuentra "la primera colección pública que tuvo Mérida. Ese miedo a que se expoliaran, destrozaran o abandonaran las piezas romanas o visigodas que se iban encontrando por la ciudad hizo que se las trajeran aquí y fueran expuestas", explica Mostazo mientras muestra el arte que se guarda en el alojamiento.
Ubicado en el corazón de la ciudad, es perfecto para conocer todo el legado histórico de la misma caminando. Después de un día haciendo turismo por una urbe con tanto que ver, tanto el patio interior, antiguo claustro del convento, como el Jardín de Antigüedades –antes unas termas romanas, donde varias fuentes susurran entre columnas romanas– son ideales para el descanso. Si, además, está visitando la ciudad con motivo del Festival de Teatro Clásico, en el restaurante podrá degustar un menú especial diseñado para julio y agosto (el tiempo que dura la celebración cultural) que une cultura y gastronomía extremeña.
El Parador se conecta constantemente con las vivencias de la ciudad. Tanto es así, que una de las anécdotas más interesantes se produjo en 1933, recién inaugurado el hotel. "La antigua capilla del convento se convirtió en sala de usos múltiples. Una de la recepciones más importantes que se hicieron aquí se produjo recién inaugurado el Parador, después de la primera representación de teatro clásico en el Teatro Romano que fue Medea de Séneca, traducida por Miguel de Unamuno. Una vez que se terminó esa representación que es el origen del Festival de Teatro Clásico que se celebra cada verano, se celebró en el Parador la recepción y cena de multitud de dignatarios, artistas e intelectuales, como Dalí, Picasso, Miguel de Unamuno o Margarita Xirgú, entre otros mucho". ¿Quién no querría pasar la noche en un lugar donde se reunieron estas personalidades?
PARADOR DE MÉRIDA - Calle Almendralejo, 56, Mérida. Tel. 924 31 38 00.
"Todas las compañías de teatro se hospedan aquí. Alguna puede que vaya al Parador, pero la mayoría se quedan aquí. Hay gente a la que le gusta venir porque se cruza a los famosos y desayuna con ellos", asegura Marisa Gómez Nacarino, jefa de ventas del hotel. Sí, se trata del lugar donde se hospedan los actores que interpretan las obras del Festival de Teatro Clásico de la ciudad. Y esto tiene su lógica por dos razones: su ubicación –en plena Plaza de España está muy cerca del teatro–; y por sus servicios y comodidad. El 'Ilunion' es el único alojamiento cinco estrellas de la ciudad y con una historia que ya entra por los ojos.
Recibe al viajero un patio interior donde resaltan los azulejos de colorines talaveranos que bordean una fuente de granito en un lateral y una parte original de los arcos del palacio del siglo XV donde se ubica este alojamiento, al que se sumó en 2003 otro palacete aledaño del XIX. Dos estructuras completamente diferentes, que se aprecian por fuera (a través de unas ventanas adinteladas y el granito) y por dentro, y que lejos de restarle encanto, se lo suma.
Cuando se recorren los espacios comunes, la sensación de haber encontrado un refugio fuera del barullo de la ciudad es total. Para volver a conectarse con Mérida, el hotel dispone en su azotea de un solárium con piscina, que pese a ser un espacio pequeño, ofrece la increíble oportunidad de disfrutar de unas vistas de Plaza de España y de las azoteas de la ciudad increíbles. Muy recomendable al atardecer o al amanecer, cuando la conexión con Mérida puede hacerse en soledad.
El alojamiento, que hasta hace relativamente poco pertenecía a la cadena Sol Meliá, dispone de 76 habitaciones, algunas abuhardilladas en el último piso. La originalidad de cada una reside en que "son todas distintas en cuestión de distribución, luego el mobiliario y su decoración es exactamente igual", concreta Gómez.
Pero más allá de todo esto, el 'Ilunion'' esconde uno de los atractivos más extraños de la ciudad. En la zona del palacete del siglo XIX, el antiguo dueño "tuvo un capricho y quiso reproducir exactamente igual una de las estancias de La Alhambra de Granada. Copió hasta el mensaje árabe que hay en la original", cuenta la guía turística Estefanía Mostazo, mientras señala los magníficos arcos lobulados en hierro, el yeso y los zócalos que constituyen esta estancia. La historia emeritense vuelve a sorprender al viajero en este alojamiento.
HOTEL ILUNION MÉRIDA PALACE - Plaza de España, 20, Mérida. Tel. 924 38 38 00.
Se encuentra a 15 kilómetros de Mérida, exactamente en el pueblo de La Garrovilla, pero merece la pena llegar hasta allí. El hotel rural une lo mejor del pueblo con una temática muy singular: la música jazz. Es atravesar la puerta del alojamiento y verse envuelto, sonora y visualmente, por los acordes del mejor jazz. Nada escapa en esta casa a esas notas que lo invaden todo: desde los nombres de las habitaciones (músicos famosos) hasta los instrumentos que aparecen aquí y allá pasando por cada detalle relacionado con la música que decora el alojamiento.
La historia del hospedaje la desgranan los dueños, que son buenos conversadores y te hacen sentir como en casa desde que pones un pie dentro. Cuando Lola Moreno llegó al pueblo a trabajar como enfermera y conoció a Pepe Varela y su mujer, Constanza Sánchez, nunca pensó que acabaría montando un negocio con sus amigos. "Descubrimos una casa en el pueblo antigua y que estaba en venta y Pepe comenzó a decir que de aquí saldría un buen hotel", cuenta Lola cómo surgió la idea, que fue germinando en la cabeza de todos. "Todo empezó medio en broma, pero acabamos viéndola y nada más entrar lo vi todo hecho", asegura humildemente Pepe, que visualizó automáticamente el alojamiento en su mente. Y hoy, "lo que era la cochera es el salón común para las huéspedes, por ejemplo".
Lo del jazz viene por Pepe y su amor desmedido e incondicional por la música, tanto que ha salpicado a su hijo Alfredo, profesor de música, y a la hija de Lola, Beatriz, que estudia canto. "Yo he tocado toda la vida como aficionado en orquestas y aquí y allá; e, inevitablemente, cuando uno evoluciona en esto de la música termina llegando al jazz", explica Pepe.
Tanto en las dos suites (Charlie Parker o Billie Holiday) como en las otras nueve habitaciones, el silencio es total. Durante las noches, esa ausencia de ruidos hace que el huésped pierda la noción de tiempo y espacio. El descanso es absoluto. Esto y la amabilidad del trío al mando, mantiene el hotel lleno y muchos repiten. "Muchos de los adornos que tenemos por aquí son regalos de clientes que han ido repitiendo y nos hemos hecho amigos", explica Lola Moreno, después de contar la historia de dos figuras de Lampião y María Bonita, que les trajeron directamente desde Brasil.
En un patio interior silencioso, con un pozo que da vértigo y unos árboles que llenan de alegría, está ubicado el restaurante del hotel. La iluminación nocturna invita a las charlas entre susurros y a centrarse en los platos que prepara Cristina Ramírez, a cargo de la cocina, y que sirve su pareja, Pedro Contreras, a cargo de las mesas. Su apuesta es unir "los mejores productos de la gastronomía extremeña tradicional con un toque de innovación y distinción". Y Ramírez lo consigue yendo ella misma al mercado a comprar y a las huertas del pueblo para servir unos sabores tradicionales mezclados con unos toques atrevidos que enamoran el paladar.
"Donde música hubiere, cosa mala no existiere", reza uno de los cuadros que cuelgan en el patio. Para hacerlo realidad, las cenas durante los meses de julio y agosto están amenizadas con actuaciones musicales en directo protagonizadas por Pepe y los hijos de las familia. Y sí, son conciertos de jazz, como no podría ser de otra forma en 'Cerro Príncipe'. ¿Alguien podría pedir más?
HOTEL RURAL CERRO PRÍNCIPE - Calle Miguel de Unamuno, 6, La Garrovilla. Tel. 924 33 53 95.