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"¡Venga, asómate! Tenemos unas de las vistas más bellas del Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas". Las palabras de José Juan Mata son la mejor carta de presentación del 'Calerilla Hotel', una antigua casa forestal que perteneció a un ingeniero de montes del siglo pasado y que, desde hace un año, dirige junto a su pareja, Mónica Muñoz.
"Estamos a diez minutos en coche desde Cazorla, en una zona de montaña que nos eleva a unos 900 metros de altura. Esto hace que la profundidad de las vistas sea maravillosa: vemos el pueblo de Burunchel justo debajo, la Iruela con la peña y su castillo; y Sierra Mágina, Úbeda y Baeza allá a lo lejos". Y lo cuenta mientras el sol cae y el cielo se va tiñendo de cálidos colores que cambian por momentos.
Nadie quiere perderse este ocaso sobre los campos de olivares que motean de verde el valle. Lo difícil ahora es decidir desde qué balcón asomarse. La terraza que hay junto al restaurante se ilumina levemente para no quitar protagonismo al entorno, mientras José Juan sirve unas croquetas caseras de pollo a un grupo de moteros que brindan con sus cervezas y miran al horizonte embelesados. Junto a la entrada del hotel, entre los árboles, se refugia otro pequeño balcón con mesas, más íntimo y romántico, donde una pareja se hace un selfie entre risas y susurros.
Aunque el mirador preferido de José Juán y Mónica es el que hay junto a la encina, una terraza improvisada donde han colocado una mesa y a la que se llega por un pequeño sendero que comienza detrás de las camas balinesas de la piscina. Llegar hasta allí te permite ver el hotel integrado en esta postal tan idílica. "Hay días en los que amanecemos sobre un mar de nubes. Cuando los bancos de niebla cubren todo el valle, nosotros estamos aquí arriba con un sol radiante", dice este jienense, que antes se dedicaba a desarrollar programas de software para hoteles.
José Juan y Mónica han convertido este rústico alojamiento en su nuevo hogar y a los clientes en sus invitados. Ellos mismos atienden la recepción, ayudan a los recién llegados a subir a sus habitaciones y sirven las cenas cada noche. Cuando la pareja se hizo cargo de la gestión, la 'Calerilla' llevaba funcionando como casa rural varios años, pero la esencia era otra. "Hemos dado un lavado de cara a la decoración del hotel, aprovechando lo antiguo y tirando lo viejo", cuenta José Juan mientras nos enseña varias fotografías de cómo estaba antes de su llegada.
En total ofrecen 16 habitaciones distribuidas en dos edificios: la antigua casa forestal, cuyas estancias guardan el sabor original de la piedra y las vigas antiguas de madera; y las del edificio que sirvió antaño a los señores de la casa como almacén de los aperos de labranza y cuadras de animales.
"Estas habitaciones son un poco más grandes y modernas, con unos techos abuhardillados de aires nórdicos. En algunas hemos puesto hasta camas de dos metros", explica. Los muebles de madera, el textil en colores tierra y los libros repartidos por las mesillas dan un toque hogareño al espacio que, en invierno, se completa con la gran chimenea que encienden en el salón común que hay junto a la recepción.
Por su localización, el hotel se presenta como un remanso de paz rodeado de naturaleza. "Estamos en el corazón del parque natural. Puedes estar en la piscina y ver cómo los machos monteses bajan a beber. E incluso escuchar a los ciervos en temporada de berrea. Hay varios senderos en torno a la finca, como el que baja hasta el pueblo de Burunchel; y a tan solo cuatro kilómetros, camino a Arroyo Frío nos topamos con el Puerto de las Palomas, el punto más alto de esta carretera con un mirador que tiene unas vistas que te dejan sin habla", desvela.
A la hora de la cena, José Juan y Mónica vuelven a ser los anfitriones de la casa. Son ellos los que entran y salen de la cocina para atender a los clientes y proponerles platos que giran en torno a la cocina tradicional de la sierra en la que se encuentran, desde las carnes de caza a las verduras de temporada, sin olvidar nunca el aceite de oliva virgen extra (AOVE).
En su carta ofrecen desde un gulash de ciervo que cocinan a fuego lento durante más de seis horas; a un lomo de orza al estilo tradicional, macerado en AOVE y especias. También sirven platos como un timbal de pimientos asados de la zona con queso de cabra marcado a la plancha y acompañado de aceitunas de Cornezuelo, una variante muy típica en Jaén, de forma alargada y bastante sabrosa; una alcachofa de temporada confitada en AOVE con unas lascas de jamón serrano; y un revuelto de morcilla de caldera con piñones, huevo y polvo de almendra.
Fuera, la oscuridad lo invade todo. Buen momento para salir a ver las estrellas, continuar la velada en la terraza y respirar el aire de la sierra, o irse a la cama, para al día siguiente, durante el desayuno, ver cómo los pueblos sobre el paisaje de olivos se desperezan poco a poco.