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Alberto e Isabel son sus propietarios. Ambos disfrutaban de una vida que nada tenía que ver con el mundo de la hostelería y mucho menos con el mundo rural. Los dos estudiaron Bellas Artes. Alberto es pintor e Isabel es escritora y profesora de yoga. 'Mar de la Carrasca' surge como un proyecto de vida familiar, como una necesidad vital de volver a los orígenes.
Dicho y hecho. Alberto vivía en Valencia, en el casco viejo. Pintaba y todo lo que ganaba lo invertía en viajes. Cansado de la ciudad empezó a buscar un estudio alejado de lo urbano y encontró este antiguo mas o masía abandonada de principios del siglo XX, devorada por la naturaleza. Más tarde encontró a Isabel y juntos levantaron con sus propias manos uno de los alojamientos más maravillosos de la provincia.
Situado a pocos kilómetros de Villahermosa del Río, un pequeño pueblo de fachadas blancas regado por el río Carbo, Alberto nos cuenta que "en realidad esta Masía se llamaba Mas de la Carrasca pero me parecía escuchar mar cuando las personas del pueblo hablaban de esta casa. Me pareció muy bonito que en un lugar donde no existe el mar esté la palabra mar. A partir de ahí empezamos a ver estas montañas como olas de tierra, de roca, las hojas de los árboles como gotas de agua mecidas bajo la brisa del viento y empezamos a sentir las casas como barcos en este espacio".
De ahí la construcción de una de las habitaciones más codiciadas y emblemáticas de 'Mar de la Carrasca', El Barco, un apartamento dúplex privado para dos personas, al lado de la Masía principal, con una bóveda que parece un barco dado la vuelta, un barco varado en mitad de un bosque.
El Barco cuenta con un salón comedor con chimenea, una preciosa bañera de piedra de la que no querrás salir, su propia cocina y un baño. Una escalera te lleva a la parte de arriba donde se encuentra la habitación doble. No esperes grandes lujos en el dormitorio, únicamente dispone de una cama de matrimonio que reposa sobre el suelo y, a ambos lados, dos ventanales circulares que recuerdan a los de los camarotes de los barcos. Y fuera un paisaje abrumador, el silencio y la paz.
La luz entra por todas partes gracias a los enormes ventanales de cristal y es esta luz la que juega con el espacio creando geometrías y formas cambiantes según la hora del día. El Barco cuenta con su propia terraza, mirando al bosque, que induce a tomártelo con calma, a respirar, a cerrar los ojos y escuchar el sonido de la naturaleza salvaje o a mantenerlos bien abiertos y contemplar las verdes montañas que lo envuelven todo.
"Al principio de venir aquí –cuenta Alberto– estuvimos viviendo cuatro años en El Barco, sin saber siquiera que acabaría llamándose así. Acababa de nacer nuestro hijo Marcus y habitar este espacio nos sugirió la idea de vivir en un barco. Tuvimos la sensación de estar navegando y de ahí su nombre". Quizás sea por este motivo por el que cada rincón tiene su propia historia, por el que cada detalle está cuidado al milímetro confundiéndose con el entorno que nos rodea.
De hecho, una de las cosas más llamativas que encontramos en la habitación, además de la bañera, es un abanico gigante elaborado con la madera con la que se construyen los barcos y que cierra uno de los ventanales. Si estás en la parte superior, en la cama del dormitorio, este ventanal te queda justo enfrente y lo ves a través de una celosía que permite la entrada de la luz también desde este lado. "En un principio el ventanal no estaba cubierto y la luz entraba durante todo el día, por todas partes, pero con el nacimiento de Marcus y la lactancia, Isabel necesitaba dormir, por lo que diseñó este cerramiento, a modo de estor, pero siguiendo con la estética marinera".
Además de El Barco, 'Mar de la Carrasca' cuenta con otras habitaciones fantásticas también; la Habitación Solar, la Habitación Oriental con su propia terraza y enormes ventanales y la Habitación Roja (que solo alquilan si reservas la Masía entera). Y todas con bañeras increíbles, pegadas a los ventanales, asomadas al paisaje. Una de ellas hecha, incluso, con piedras del río para garantizar ese equilibrio con el lugar.
En la actualidad están metidos de pleno en la construcción de una nueva vivienda, la Casa Flotante, bautizada así por su hijo Marcus y que como su nombre indica parece estar flotando en mitad del valle. La Masía completa tiene una capacidad total de hasta diez personas, ya que existe la posibilidad de poner camas supletorias, aunque está pensada para seis huéspedes. De esta forma, se garantiza una intimidad total y la tranquilidad que añoran y buscan los viajeros que se alojan aquí.
Tal es el esfuerzo por proporcionar a los huéspedes la mejor de las experiencias que este año 'Mar de la Carrasca' ha sido nombrada como mejor casa de turismo rural de España por Ruralka. Turismo de calidad pero con un trato familiar y cercano. Ya que justamente estas podrían ser la premisas de este alojamiento rural (aunque creo que estos adjetivos se le quedan cortos).
Siéntete libre, desconecta y conecta contigo mismo. Desde luego el entorno te invita a esta introspección y además, Isabel imparte a los huéspedes clases de yoga y meditación guiada, así como distintas terapias como par biomagnético y yogaterapia. "Aquí tienes que creer y experimentar. Nosotros vemos las cosas desde nuestra visión mínima y nos ponemos objetivos y esto nos estresa. Tenemos que vivir el aquí y ahora".
Pues oye, que no nos lo digan dos veces, que yo me quedo aquí, con Paquita, Paquirrín y Sebastián, los tres perros de la familia, que campan a sus anchas felices y libres. Aquí puedes venir con tu mascota, el alojamiento es dog friendly.
La Masía principal propicia el encuentro entre personas, las largas conversaciones copa de vino en mano. Y durante las noches de invierno nos imaginamos dejándonos envolver por el placer del calor del fuego de la gran chimenea que preside el espacio comunitario. Su enorme cocina también es protagonista. Es en la que Alberto cocina para sus huéspedes. Basada en una dieta macrobiótica, reinan las verduras ecológicas y los cereales integrales, algo de pescado y carne solo de vez en cuando. No tienen un menú cerrado, gran parte de las verduras que ofrecen a los huéspedes salen de su huerto ecológico, sobre todo en verano, y priman los productos locales, de kilómetro cero, de temporada y de calidad.
"Muchos clientes acaban convirtiéndose en amigos e incluso en proveedores –nos revela Alberto– como nuestro somelier, que vino como cliente la primera vez y después de ver la carta de vinos nos comentó que él se dedicaba a esto. Ahora tenemos una carta de vinos ecológicos brutales. También la cerveza es artesana, la hace un amigo nuestro con agua del manantial".
Porque otra de las cosas fantásticas de 'Mar de la Carrasca' es que es un proyecto sostenible y respetuoso con el medio ambiente. De esta forma, el agua que corre por los grifos es de un manantial cercano, la electricidad proviene de la luz del sol, la casa se calienta con las chimeneas y radiadores a través de la cocina económica y la leña que se utiliza se obtiene en gran parte de la limpieza del bosque. Todo sale de la naturaleza, incluso, el diseño orgánico de piedra de la casa se funde con el entorno quedando perfectamente integrado en él.
Así que aquí no busques wifi ni televisores, aquí uno viene a vivir una experiencia, a disfrutar del paisaje y del silencio y a sentir la naturaleza a través de las distintas rutas a pie que puedes realizar desde la Masía. Como bien nos recuerda Alberto "el estrés de las ciudades propicia este encuentro". Y damos buena fe de ello.
En uno de nuestros paseos por la zona nos topamos con Fernando, el último pastor de Villahermosa del Río. Nos lo encontramos en el preciso instante en el que una de sus ovejas daba a luz. Con su rebaño de ovejas y cabras, se lamentaba, y nosotros con él, de la progresiva desaparición de estos oficios en el valle. Y aunque a veces tengamos la sensación opuesta y pensemos que cada vez hay más familias como la de Alberto e Isabel, la realidad es que las zonas rurales siguen despoblándose y a nosotros, urbanitas de manual, nos parece tremendamente exótico ver a un pastor con su rebaño.
Y así, sintiéndose más libres que nunca, llevan ellos dieciocho años trabajando en este proyecto de arquitectura tan singular, que han construido con sus propias manos, desde cero. "La gente que vivía en las masías, que ahora nosotros hemos heredado, no eran profesionales de nada, hacían de todo, aprendían las cosas haciéndolas, imitando a los que las hacían. Nosotros hemos hecho lo mismo. Yo no sabía cortar un pino, hacer leña, cultivar la tierra, construir con piedra, madera o yeso. Yo solo sabía dibujar. Pero, poco a poco, te pones y aprendes y es muy bonito porque nos ha permitido poder hacer todo el diseño de la masía".
Una familia neorrural cuyo objetivo es volver a habitar y hacer habitable un espacio que fue abandonado porque la vida en él ya no era viable. Ellos son los que han salido de las ciudades para conquistar esas tierras y de paso brindarnos la oportunidad de encontrar un lugar que atrapa, para desconectar aunque sea durante un fin de semana, y sentir bien de cerca una naturaleza que, por desgracia, tenemos cada vez más lejos. Y este es su lujo.